El polvorín del Cáucaso
Moscú acepta un cese de las hostilidades sin retirar sus tropas
Tras seis seis días de combates, Moscú ordenó el fin de las operaciones militares en Georgia, aunque se mantenía la tensión. Rusia dejó claro que no retirará sus tropas, mientras que Tbilissi denunció que seguían los bombardeos. La UE presentó un plan de paz a ambas partes.
GARA | MOSCÚ
El presidente francés y de turno de la Unión Europea (UE), Nicolas Sarkozy, consiguió ayer un pequeño progreso en el conflicto armado que mantienen Rusia y Georgia desde hace seis días, al lograr un «cese temporal de las hostilidades» por parte de los dos países -Georgia lo ordenó la víspera-, a los que ha presentado un plan de paz que espera que ambos aprueben. Sin embargo, la tensión se mantenía pese a la orden del mandatario ruso, Dmitri Medvedev, de poner fin a las operaciones militares, ya que Moscú dejó claro que no retirará, por el momento, sus tropas, mientras que Tbilissi denunció que los bombardeos continuaban.
Sarkozy y la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) presentaron en Moscú, junto a Medve- dev, un plan de paz de seis puntos que busca poner fin al conflicto que enfrenta a rusos y georgianos en Osetia del Sur.
Los seis puntos en base a los que debe construirse el alto el fuego, y en los que aún hay que trabajar, según dijo el jefe del Estado galo, son la renuncia al uso de la fuerza, el cese definitivo de las hostilidades, el libre acceso a la ayuda humanitaria en la zona del conflicto, el regreso de las tropas georgianas y rusas a sus respectivas posiciones antes del inicio de los combates, y la puesta en marcha de un diálogo sobre el estatus futuro de los territorios irredentos de Osetia del Sur y Abjasia, ambos independientes de facto.
«Buenos principios»
«Son unos buenos principios para solucionar el problema y para salir de esta dramática situación», señaló Medvedev. Por su parte, Sarkozy incidió en que en base a esos seis puntos puede construirse «un alto el fuego definitivo» si las autoridades georgianas se comprometen a respetarlos. «No hemos llegado a la paz, pero estamos en un cese provisional de las hostilidades», declaró Sarkozy.
El presidente francés subrayó que Rusia se ha comprometido a «garantizar la soberanía de Georgia», una cuestión central para la diplomacia europea, pero que no se recoge en el documento presentado ayer. «Sobre este punto no existen ambigüedades, porque es un punto extremadamente sensible», apostilló.
Al respecto, Medvedev aclaró que «la soberanía es la supremacía de los poderes centrales y Rusia, desde luego, reconoce la soberanía de Georgia». «Pero este reconocimiento -añadió- no significa que el Estado soberano puede actuar a su antojo», porque los estados «también deben responder por sus acciones».
Se mostró muy contundente en su intervención y aseguró que a Rusia no le quedó otra opción que la intervención militar. «Si Rusia hubiera tenido otras posibilidad de reaccionar a la agresión de Georgia contra Osetia del Sur, la hubiéramos utilizado. Pero no teníamos ninguna otra posibilidad de reaccionar».
Por otra parte, acusó a Tbilissi de mentir al asegurar que ha estado respetando un alto el fuego desde hace dos días. «Es una mentira», afirmó, antes de manifestar que las fuerzas de paz rusas permanecerán en Osetia del Sur y Abjasia.
«Las normas de relaciones internacionales de acuerdo con las cuales operan las fuerzas de paz rusas fueron formuladas en 1992 y refrendadas en documentos internacionales posteriores. Dichas normas siguen en vigor», sostuvo para justificar su decisión de mantener a sus tropas.
Las labores de mediación de Nicolas Sarkozy en nombre de la UE en Moscú se prolongaron más de cuatro horas y media y por la tarde viajó a Tbilissi con su ministro de Asuntos Exteriores, Bernard Kouchner, para continuar con la negociación del plan de paz. «Queda mucho trabajo por hacer», aseguró.
Pero Georgia no se pronunció durante el día de ayer respecto a la propuesta presentada en la capital rusa. Por eso, el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguei Lavrov, advirtió de que si Tbilissi no acepta el plan de paz, Rusia se verá «obligada« a adoptar «otras medidas para impedir la repetición de la situación que surgió como consecuencia de la agresión georgiana, al tiempo que instó a Georgia a retirar sus tropas de Osetia del Sur.
Aunque se desconoce la opinión de Tbilissi, la conformidad de Moscú se puede prever, porque lo más importantes para las autoridades rusas era que la declaración no incluyese la presencia de tropas georgianas en territorio suroseto dentro de una nueva fuerza de paz.
Al respecto, Lavrov dijo que las tropas georgianas, que durante el día de ayer se replegaron hacia la capital abandonando tanques y camiones con material militar, «se cubrieron de vergüenza como fuerzas de paz, cometieron crímenes y dispararon a camaradas con quienes sirvieron en la misma unidad de fuerza de paz».
Enfrentamientos
Antes de que se presentase el plan de paz, Medvedev anunció que había dado órdenes de que se ponga fin a la operación militar en Georgia «para forzar a las autoridades georgianas a la paz». Pero durante el día, sobre todo por la mañana e incluso después del anuncio, se produjeron enfrentamientos y bombardeos de ciudades georgianas, como Gori, donde falleció un periodista holandés. Continuaron también las acusaciones mutuas y los posteriores desmentidos.
Con anterioridad, Abjasia lanzó una operación militar para expulsar a las ropas georgianas de las gargantas de Kodori.
El recuerdo de las decisiones traumáticas adoptadas por Josef Stalin y el persistente miedo a la poderosa Rusia explican la solidaridad casi incondicional de Polonia Ucrania, y los países bálticos hacia Georgia.
Ayer, en un gesto poco común, los jefes de Estado polaco, ucraniano, lituano y estonio, acompañados del primer ministro letón, se trasladaron juntos al Cáucaso. «La visita significa la solidaridad de nuestros países con Georgia, que ha sido víctima de una agresión», destacó Lech Kaczynski, presidente polaco, antes de partir desde Varsovia. «Rusia ha mostrado una vez más su cara, su verdadera cara», aseguró.
El pasado sábado, afirmando hablar en nombre de «las antiguas naciones cautivas», Kaczynski y sus tres homólogos bálticos denunciaron la «política imperialista» de Moscú.
Polonia, y los países bálticos tienen fronteras comunes con Rusia y se identifican fácilmente con Georgia, a la que ven como víctima de la potencia militar rusa. «Estas naciones se acuerdan aún cómo en 1939 el Ejército soviético entró en sus territorios para defender, supuestamente, a las minorías étnicas», señala Bartozs Cichocki, un investigador del Instituto Polaco de Asuntos Internacionales, que añade que «mantienen en su memoria el recuerdo de su dependencia de Moscú».
«Sufrimos las mismas agresiones», destaca, por su parte, Zygimantas Pavilionis, secretario de Estado lituano de Asuntos Exteriores.
Estonia, Letonia y Lituania recuerdan las deportaciones masivas de sus ciudadanos, 43.000 personas en total, hacia Siberia en 1941. Los polacos, por su parte, guardan sobre todo en la memoria la muerte en 1941 en Katyn y en otros campos de concentración de 22.000 oficiales prisioneros de los soviéticos.
«La gente teme, ciertamente, que Rusia ataque Lituania como ha hecho con Georgia», explica el politólogo lituano Kestutis Girnius. El temor es aún mayor en países como Letonia y Estonia, donde los rusoparlantes constituyen alrededor de un tercio de la población.
«Cuando una agresión militar es justificada por la necesidad de proteger los intereses de los ciudadanos rusos en Georgia, se plantean serios problemas en países que tienen residentes con ciudadanía rusa», declaró el sábado el ministro estonio de Asuntos Exteriores, Urmas Paet.
«En los países bálticos y Ucrania, la independencia es percibida todavía como algo muy frágil y no necesariamente para siempre. Si no es defendida activamente, puede no durar», afirmó Cichocki.
«Tenemos un precedente», indicó Pavilionis a France Presse, ««el caso de los Sudetes en Checoslovaquia podría repetirse. En Munich, en 1938, Londres y París dejaron que Hitler se anexionara los Sudetes alegando la necesidad de proteger los intereses de la población de habla alemana en Checoslovaquia».
J.L. TESTAULT