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Iñaki Lekuona Periodista

El peso de ganar y perder

Entrenando mis dedos para cuando el zapping sea deporte olímpico, detuve la imagen de la pantalla ante el primer canal público francés que, curiosamente, porta el número dos desde que el uno fue privatizado. El caso es que a la ventana del televisor se asomaba un tal Vencelas Dabaya-Tientchieu, animado por un locutor enfervorizado, allez Vencelas! El halterófilo competía en la categoría de menos de 69 kilos, representando a Francia. Se inclinó agarró los ciento y pico kilos, allez Vencelas!, y los levantó por encima de su cabeza. Medalla de plata.

La cosa no tendría mayor interés si no fuera porque donde en el pasaporte dice Vencelas antes ponía Venceslas, y donde ahora aparece la bandera tricolor antes figuraban los colores de Camerún, país por el que compitió en Atenas logrando un quinto puesto. Tras aquellas olimpiadas, en las que desfiló como abanderado de su país, fue fichado por un club francés. Durante meses fue un sin papeles, de esos que Sarkozy insiste en expulsar. Pero para cuando Venceslas consiguió el primer puesto en el campeonato del mundo del 2006 ya era Vencelas por obra, gracia y desinterés de un funcionario francés que ni siquiera fue capaz de copiar correctamente el nombre del atleta en el proceso de naturalización o, mejor dicho, de militarización, que Dabaya-Tientchieu forma parte de la República por haber atravesado la puerta del Ejército de tierra galo.

Con ese o sin ese, el chaval dice ahora sentirse orgulloso de ser francés, y que cambió el pasaporte «por amor». Amor a un país dirigido por un tipo que ha ordenado la caza, captura y expulsión de sus antiguos compatriotas. Que te vaya bien, soldado Vencelas. Todos saben que has ganado una medalla, sólo tú sabrás lo que has perdido, sólo tú el peso que soportas.

Un nuevo zapping vino a contar días después otra historia, la del jamaicano Usain Bolt. El ser humano más rápido de la historia prefirió quedarse en su isla en lugar de acudir al paraíso prometido de los Estados Unidos. Todos creen saber lo que ha ganado; él ni siquiera quiere saber lo que se ha perdido, seguro de que allí donde nació gana mucho. Sin pesos que soportar, es menos difícil ser el más ligero del mundo.

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