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Josu Imanol Unanue Astoreka Activista social

Uso y abuso de los medios de comunicación públicos

El uso de los medios de comunicación públicos como algo afín y propio está establecido como norma desde el poder, pero que actúen al dictado de los gobernantes debería preocuparnos ¿Graban y oyen sus propias opiniones posteriormente? Les resultaría una terapia grupal imprescindible

Atrae como un imán y es el objetivo a controlar en cualquier conflicto. Su mantenimiento, generalmente con dinero público, dista mucho de responder con el control que verdaderamente se ejerce sobre el mismo por todos los ciudadanos.

Actualmente y de manera cada vez mas descarada, los medios de comunicación pertenecen a distintas familias generalmente provenientes de los sectores de la derecha mas rancia y de la llamada izquierda constitucionalista, Fuera de ahí, son pocos los medios que consiguen sobrevivir a los boicots realizados de manera nada velada desde distintos departamentos o instituciones contrarias a la línea editorial, cuando no son cerrados de manera legal, estando aún pendientes conocer las causas. Es la libertad de expresión que aún queda por definir y lograr en nuestra tierra.

El uso de los medios de comunicación públicos como algo afín y propio está establecido como norma desde el poder, pero que la televisión y la radio públicas actúen al dictado de los gobernantes debería preocuparnos. Así, llegado el punto y citando la ética que tanto recuerdan y de la que carecen en programas de tertulias, por ejemplo (siempre hablan de ese enemigo común que se inventan y les interesa mantener), me pregunto qué pintan reconocidos miembros de partidos políticos en las tertulias opinando de otros partidos que no están presentes, en igual número y con iguales posibilidades para rebatirles los argumentos.

Venido el caso, como sucedió el martes pasado, se atreven a hablar de los que, viéndose relegados pese a la voluntad popular mayoritaria expresada, optan por la insumisión de no pagar la contribución, caso de Ondarroa. Todas estas intervenciones calenturientas y sintiéndose ofendidos los tertulianos sin saber por qué y sin que nadie les discutiera, y los supuestos moderadores que recibirán más de una gratificación, me imagino, en su largo historial laboral. ¡Se lo merecen!

¿Que ética es la que citan cuando son conocedores del resultado de sus diatribas? Sus monólogos distan mucho de llamarse tertulia o debate y más parecen los sermones de esos dictadores que pretenden arengar al linchamiento ideológico a sus acólitos. ¿No es otra forma de hacer política impositiva? La tele-ética habitual que les permite condenar, exclamar, insultar, valorar o apalear a la oposición es algo tan descarado y ruin que al programa citado le correspondería el título nuevo de otro programa que daban a otras horas, «políticamente incorrecto».

Porque todo no vale y menos cuando aquí, muy a su gusto, por lo visto, se carece de libertad de expresión y de poder decisorio en todas partes. Por cierto, a esos tertulianos que ahora incluso se atreven a pedir condenas a cambio de legalidad, que parece ser otorgan ellos igual que el label de «demócrata», les recordaré que sus partidos políticos afines, puesto que no es difícil catalogarlos en sus correspondientes ideologías, no condenaron el golpe de estado y guerra civil, el GAL, los sucesos de Gasteiz, las muertes de German, Zabaltza, etc., las torturas legales que tanto proliferan, el cierre de medios, y un sinfín de barbaridades del mismo calibre e incluso mayores si cabe que otras, por hacerse con dinero público, muy a nuestro pesar, al igual que ciertos programas.

Soy consciente de que la ética, democracia, libertad, paz, libertad de expresión... que todos deseamos alcanzar, repetidas hasta la saciedad por quienes carecen de ellas o no las desean para todos por igual, son irreales y hasta ofensivas.

Aunque siempre, como bien han aprendido, hábilmente den sus opiniones con el cinismo de llamar terroristas a quienes no comulgan con sus ideas ni pueden defender las propias. Esto es ya algo común y unánime. ¿Graban y oyen sus propias opiniones posteriormente? Les resultaría una terapia grupal imprescindible.

Lo dijo bien claro Goebbels: una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad. Lo hicieron quienes comenzaron repitiendo «nosotros los demócratas», lo siguen haciendo quienes exigen condenas y participación a los ilegalizados o encarcelados políticos y continúan sabiendo que sólo ellos tienen la voz y los medios. Es la supuesta ética de quienes todo pueden analizar y criticar y es también el envalentonamiento de verse gratificados con el aplauso oficial y del poder. Triste país, tristes medios.

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