Poco quedaba ayer de la mano dura con la que el presidente ha dirigido los destinos de los paquistaníes durante más de nueve años, ya que a la hora de anunciar su dimisión, Pervez Musharraf se declaró «triste» y haciendo su último «sacrificio» por su país. «Pakistán es mi amor, ahora y siempre, vivo por Pakistán», declaró instantes antes de hacer pública su decisión. Tan sólo una semana después de cumplir 65 años, Musharraf dimitió ayer «por el bien de la nación».

Aunque el hasta ayer presidente paquistaní haya dedicado «toda su vida a Pakistán», los orígenes de Musharraf los encontramos precisamente en el que a día de hoy es el principal enemigo del Gobierno paquistaní: India.

Nacido el 11 de agosto de 1943 en la capital Nueva Delhi, Pervez era el segundo hijo de una familia musulmana de clase media. El mismo año en el que se creó el nuevo estado de Pakistán surgido de la partición de la India, en 1947, la familia se subió a un tren para emprender una nueva vida en la entonces capital paquistaní de Karachi.

Gracias a las influencias de su padre, que era diplomático, Musharraf pasó siete años en Turquía en los que desarrolló su pasión por los deportes y los perros. No obstante, no mostró el mismo entusiasmo por los estudios, por lo que sus progenitores optaron por que su hijo, de 18 años, ingresara en el Ejército.

De este modo, Musharraf fue ascendiendo paulatinamente en las filas de las Fuerzas Armadas, hasta que en 1998 fue nombrado comandante en jefe por parte del entonces primer ministro Nawaz Sharif, quién ha sido uno de sus máximos opositores hasta su dimisión de ayer.

Con su nuevo cargo, el ex máximo mandatario de Pakistán protagonizó una de las operaciones del Ejército más polémicas de su país. En mayo de 1999, bajo las órdenes de Musharraf, soldados paquistaníes llevaron a cabo una incursión en Cachemira, que a punto estuvo de desatar una tercera guerra con India por el control de ese territorio fronterizo.

El presidente Sharif sucumbió ante la presión de EEUU y aceptó una «retirada incondicional» de Cachemira, por lo que Musharraf se declaró «avergonzado» de que la cúpula política paquistaní insinuara que la incursión en Cachemira había sido una «debacle».

Debido a estas diferencias, Sharif destituyó de su cargo al general en 1999. Pero Musharraf, aprovechando que el presidente se econtraba de viaje en Sri Lanka, organizó un golpe de estado tras el que asumió el mando del Ejecutivo.

Tras pasar dos años al frente del Gobierno, Musharraf se proclamó presidente en el año 2001, un puesto que ratificó y prorrogó en un controvertido y dudoso referéndum al próximo año. Durante los años posteriores, la tónica dominante de su Gobierno fue un total seguidismo a las políticas de Washington, colaborando estrechamente con EEUU en «la lucha contra el terror».

Pero en el año 2007 comenzó el principio del fin para el Musharraf. Una oleada de atentados causó al menos un millar de muertos en el país, aumentando la inseguridad y la tensión.

La presión de la oposición le obigó además a amnistiar a la ex primera ministra Benazir Bhutto, pero su muerte en un polémico atentado fortaleció a la oposición, lo que ha terminado con los nueve años de poder de Musharraf.