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Sheila Taormina, «sine die» para su jubilación deportiva

Sheila Taormina cumplirá hoy un sueño y un hito en la historia olímpica: convertirse en la primera deportista que disputa cuatro Juegos en tres disciplinas diferentes. «No sólo por participar, voy a intentar ganar», asegura la deportista que sabe que su caso es único.

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Luis Miguel PASCUAL

El pentatlón moderno será la última aventura de esta estadounidense de inquietudes diversas, de 39 años y una vida dedicada por entero al deporte, con la única ambición de presentarse en los Juegos Olímpicos para ganar medallas. Fue nadadora en Atlanta 1996, donde se colgó el oro en los 4x200 metros libres; triatleta en Sydney 2000 y Atenas 2004, con un sexto puesto en Australia y un vigésimo tercero en Grecia; y llega a Beijing para disputar la prueba de pentatlón moderno.

Haber llegado a estos Juegos Olímpicos ya fue una victoria para ella. No sólo porque lo hacía en una tercera disciplina deportiva, sino porque en los meses previos tuvo problemas personales. En enero salió de prisión un hombre condenado por haberla acosado y en su mente se despertaron fantasmas que creía dormidos, hasta el punto de quedarse al borde de la depresión.

La suya es una historia de superación, de amor al deporte, de dedicación casi exclusiva al entrenamiento y la competición, hasta el punto de dejar a un lado su vida privada. «Sólo tengo dos gatos», dice medio en broma la pentatleta cuando habla de su entorno más familiar.

Taormina nació en el estado de Michigan un 18 de marzo de 1969 y desde niña se apasionó por la natación. En esa disciplina fue escalando peldaños, destacaba entre las jóvenes hasta que llegó al equipo olímpico de Atlanta. Su sueño estaba cumplido. El oro en la prueba de relevos fue la guinda.

Odia las armas

Tenía 27 años y anunció el final de su carrera. «Pero tuve un problema de sobrepeso y volví a practicar deporte», recuerda. Su hermano gemelo Steven le puso en contacto con el triatlón, al principio como una afición, más tarde como una obsesión.

En 1998 comenzó a practicar este deporte y, dos años más tarde, logró la marca necesaria para competir en Sydney. De la ciudad australiana se marchó con un diploma olímpico esperanzador y, cuatro años más tarde, ganaba el Mundial, aunque ese mismo año fracasó en Atenas. Fue vigésimo tercera y volvió a anunciar que abandonaba. Tenía 35 años.

Pero no dejó el deporte, buscó otra disciplina con la que poder abrirse de nuevo la puerta de los Juegos. Primero con el esquí de fondo, sin mucho apoyo, y después con el pentatlón, para lo que vendió su casa y se instaló en Colorado, cerca del centro de entrenamiento del equipo yanki. Hipotecada, sin haber tenido contacto con los caballos y contraria a las armas, Taormina tuvo que aprender hípica y tiro con pistola. Su voluntad y perseverancia le han llevado, rozando la cuarentena, a otra opción de medalla.

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