El Yves Allegret de «Nariz de cuero» era un artista que se dejaba llevar por la corriente existencialista, al punto de que pertenecía al círculo intelectual que se movía en el barrio de Saint-Germain-des-Prés. En cierto modo el film adelanta el pesimismo de «Los orgullosos», ya que lleva las situaciones dramáticas al límite, lo que hizo que la película pasase desapercibida ante un público que esperaba una aventura o una nueva versión de Cyrano de Bergerac. Su trasfondo es más turbio, en la medida en que los amores que muestra son enfermizos y enrarecidos. Desde que el protagonista es desfigurado por culpa de las heridas de guerra y el médico que le atiende, encarnado por Maximo Girotti, consigue una reconstrucción parcial de su rostro, se convierte en un hombre misterioso. La parte oculta de su personalidad le resulta atractiva a las mujeres, sobre las que ejerce una extraña fascinación.