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Escribir poesía sobre el escenario

Josu MONTERO | Periodista y escritor

El verano se estira junto a mí con un bostezo de gato./ Árboles con polvo en los labios, coches derritiéndose en su/ horno. El calor amodorra a los perros callejeros que van a la deriva./ Y yo confío en ser lo que ví, una ruina que resiste». Dramaturgo, director teatral y poeta, el antillano Derek Walcott recibió el Nobel en 1992 y a pesar de ello ninguna de sus obras teatrales ha sido ni estrenada ni publicada en el estado español. Sí lo han sido algunos de sus poemarios como «Verano» o «El viajero afortunado» -dos títulos más que oportunos para zambullirse en ellos en estas fechas- y su majestuosa novela en verso «Omeros», una libérrima y luminosa traslación de «La Odisea» al Caribe. Hace unos meses Derek Walcott afirmó: «La mejor poesía se está escribiendo hoy en los escenarios». Amante como soy de la poesía, no puedo estar más de acuerdo. Hace años me recreaba a conciencia en la sección de «Poesía» de las librerías; en la actualidad no suelo aguantar ahí ni cinco minutos: abro un libro, hojeo otro, leo unos versos de un tercero... no hay manera. Hay, claro, gozosas excepciones. Muy pocas. Y sin embargo en los despreciados libros de teatro es bastante más frecuente encontrar eso que denominamos poesía; lo malo es que en las librerías no existe ya la sección «Teatro».

¡Y qué decir de esas fulgurantes apariciones de la poesía sobre los escenarios! En esta época hipertecnológica, de saturación mediática y de mediatización sistemática, paradójicamente el teatro parece estar viviendo, a pesar de las quejas y los lamentos, un espléndido momento. El teatro, el arte más artesanal, cosido a mano; el teatro, que acontece a dos pasos de nuestros ojos y de nuestros oídos, aquí y ahora, presente puro, fugaz, irrepetible. La fuerza del texto, la verdad de los actores.

Claro que cuando habla del escenario como espacio de la poesía no se refiere Walcott probablemente a los espectáculos que ahora mismo pueblan nuestros teatros: musicales para cuarentones melancólicos como «Hoy no me puedo levantar» o «Grease»; obras contundentes pero ya rayadas de tanto ser ordeñadas comercialmente como «Arte» o «Bajarse al moro»; o fenómenos incombustibles, más clásicos ya que Shakespeare y Calderón juntos, como Arturo Fernández o la corporación de monologuistas. «Los versos que amo tienen todos sus nudos dentro», dice Walcott en un verso de «Verano». Nudos. Es cuestión de nudos. Nudos que atan la palabra al cuerpo, el espacio al tiempo, el creador al espectador, la gravedad a la gracia, el arte a la vida. Suturas para nuestra herida.

En este agosto tan olímpicamente chino otra recomendable visita teatral es el también Nobel Gao Xingjian, un humilde dramaturgo, director escénico y pintor exiliado de aquel hipercapitalista esquizofrénico país comunista.

Fitxa

Izenburua: «Aquí un amigo»».

Egunak: Abuztuaren 27tik 31ra.

Tokia: Donostiako Antzoki Zaharra.

Orduak: 20:00etan egunero, eta hilaren 29 eta 30ean bigarren emanaldi bat, 22:30ean.

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