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El polvorín del Cáucaso

El Kremlin mueve todo el tablero y reconoce a Abjasia y Osetia del Sur

Rusia ha hecho efectiva su amenaza de reconocer a las «independientes» Abjasia y Osetia del Sur y ha suspendido, con la excepción de la cuestión afgana, su cooperación con la OTAN. El Kremlin va a por todas esta vez y ha asegurado que no teme un nueva Guerra Fría o un deterioro de sus relaciones con la UE. EEUU mantiene el pulso y concentra barcos aliados en el Mar Negro. Comienzan a oírse voces en Occidente que claman contra un posible choque de trenes.

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Dabid LAZKANOITURBURU | DONOSTIA

El reconocimiento por parte de Rusia de la independencia que de facto mantienen Abjasia y Osetia del Sur respecto a Georgia ha sido rechazado al unísono por Occidente, que denuncia una «violación inaceptable de la legalidad internacional».

Tras una reunión del Consejo de Seguridad Nacional, y en un tono firme, el presidente ruso, Dmitri Medvedev, anunció la firma de los decretos de reconocimiento de la independencia de ambos enclaves. «Tbilissi hizo su opción en la noche del 7 al 8 de agosto», aseguró en referencia a la ofensiva georgiana contra Osetia del Sur. «(El presidente georgiano, Mijail) Saakashvili eligió el genocidio para alcanzar sus objetivos políticos y ha puesto una cruz en las esperanzas de cohabitación de osetos, abjasos y georgianos», añadió el inquilino del Kremlin, para instar al resto del mundo a seguir su ejemplo.

La decisión de Moscú, avanzada la víspera por unanimidad por el Parlamento, supone un nuevo hito en la escalada de tensiones entre Rusia y Occidente tras el estallido de la crisis georgiana y tiene lugar seis meses después de la declaración unilateral de independencia de Kosovo, secundada por las principales potencias occidentales tras la ruptura del proceso negociador auspiciado por la ONU y vetado por el Kremlin en el Consejo de Seguridad.

Lejos de seguir su ejemplo, EEUU, Gran Bretaña y Alemania coincidieron en deplorar una decisión que coincidieron en calificar de «inaceptable». En plena visita a las repúblicas bálticas ex-soviéticas de Estonia y Lituania, la canciller, Angela Merkel, aseguró que «la guerra en Georgia no ha cambiado sólo el Cáucaso Sur sino el mundo entero» e instó a la UE a apoyar a los gobiernos pro-occidentales de Georgia y Ucrania.

En tono similar, el ministro británico de Exteriores, David Milliband, anunció su viaje hoy a Ucrania para «formar la coalición más amplia posible contra la agresión rusa en Georgia».

Tras un primer momento de indecisión y «consultas», la Presidencia francesa de la UE se sumó a las firmes condenas. Un tono, por otro lado, similar al que usaron los socios menores de la OTAN y de la UE.

Como era de esperar, los países que han sufrido históricamente la bota rusa se situaron en primera línea de combate diplomático. Estonia propuso la congelación de todas las relaciones con Rusia. Lituania alertó de que «Rusia abre una vía peligrosa, no sólo para la seguridad y la estabilidad en Europa, sino para el derecho internacional».

El Estado español se limitó a «deplorar» el reconocimiento ruso de la independencia de ambos territorios y apeló, como con Kosovo, a la «integridad territorial de los estados».

Desmarque de la OTAN

Rusia anunció además la suspensión de su cooperación con la OTAN en una serie de ámbitos (utilización de puertos rusos y maniobras conjuntas) y dio por cancelada la visita a Moscú en octubre del secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, quien se sumó al coro de críticas a Moscú. El representante de Rusia ante la OTAN, Dimitri Rogozine, señaló que seguirá permitiendo el tránsito por suelo ruso de equipamientos a las tropas aliadas en Afganistán. «Es un problema común. Los talibán están fuertes», señaló.

Cara a cara

Estos gestos tienen lugar cuando las fuerzas rusas y estadounidenses podrían encontrarse por primera vez cara a cara en Georgia desde el inicio del conflicto, el pasado 8 de agosto.

EEUU aseguró que uno de sus destructores tiene previsto llegar a las costas del puerto georgiano de Poti hoy mismo. Un portavoz oficial desmintió poco después este anuncio. Las fuerzas rusas mantenían ayer sus posiciones en los accesos a este estratégico puerto a orillas del Mar Negro.

El Kremlin mostró su inquietud por el «nivel de actividad extrema» de fuerzas navales de la OTAN en la zona. Cifró en hasta 18 los barcos aliados que espera se concentren en la región marítima, con misiones «humanitarias» o de «simple rutina».

El Ejército ruso ha enviado barcos en dirección a Sujumi, capital abjasa, «para repatriar material militar ruso». El crucero Moskva, emblema de la flota rusa en el Mar Negro, partió el lunes de Sebastopol, base en el sur de Ucrania, a donde había llegado de vuelta el sábado en el marco del repliegue ruso.

Un repliegue que sigue sin satisfacer a EEUU, que reconoció una retirada «significativa» aunque denunció «movimientos rusos importantes» que violarían el alto el fuego.

El presidente Medvedev insistió en que Rusia habría cumplido plenamente el acuerdo, retirándose fuera de las fronteras de Georgia «a excepción de las zonas de seguridad».

Medvedev aseguró que Rusia «no teme nada de Occidente, incluida una nueva Guerra Fría, aunque evidentemente no la queremos».

En vísperas de la cumbre de la UE, advirtió de que «si quieren una degradación de las relaciones bilaterales, la tendrán».

Desde Alemania, el ministro de Exteriores, el socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier, acusó «a todas las partes» de «jugar con fuego» y advirtió de que la situación podría devenir «incontrolable».

Ambos enclaves ofrecen su suelo al Ejército ruso

Tras mostrar su satisfacción por la decisión rusa, los gobiernos de Osetia del Sur y de Abjasia ofrecieron sus territorios al Ejército ruso. El líder oseto, Eduard Kokoity, fue explícito al proponer a Rusia que instale en suelo suroseto una base militar. El líder abjaso, Sergei Bagapch, se mostró dispuesto a firmar acuerdo en materia militar.

En declaraciones a la CNN, el presidente ruso confirmó que ayudará a ambos territorios si son atacados. «Rusia es un Estado que tiene que garantizar sus intereses a lo largo de toda la extensión de su frontera, esto está absolutamente claro».

Los surosetos reaccionaron con entusiasmo y con ráfagas de sus armas automáticas al anuncio ruso. «Hemos esperado a ésto 18 años», bramó Kokoity a centenares de personas concentradas en la plaza central de la capital, Tsjinvali.

Su aliado histórico, el Ejército ruso, expulsó ayer a una columna de policías especiales georgianos de una localidad del distrito fronterizo de Ajalgori (Leningor para los osetos), disputado por ambas partes y escenario de creciente tensión militar en los últimos días tras el repliegue ruso.

Desde Tbilissi, el responsable de encender la última mecha que ha desembocado en este conflicto de efectos imprevisibles, el presidente Mijail Saakashvili, acusó a Rusia de «intentar cambiar por la fuerza las fronteras de Europa por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial» y se mostró convencido de que esta decisión, que calificó de «enorme error estratégico», no tendrá consecuencias legales en ningún lugar.

Saakashvili, que ordenó la ofensiva contra Osetia del Sur el 8 de agosto, aseguró que «vamos a proseguir nuestra lucha por restaurar pacíficamente nuestra integridad territorial» y aprovechó para pedir el ingreso urgente de Georgia en la OTAN y la UE.

Sin salir del Cáucaso, desde Chechenia, el presidente pro-ruso Ramzan Kadyrov mostró su apoyo a la decisión de Rusia, «cuestión de vida o muerte» para los dos enclaves reconocidos, añadió. «Nadie tiene derecho a amenazar con la extinción a poblaciones enteras», aseguró Kadyrov, líder mafioso de un clan checheno convertido en sátrapa absoluto de Chechenia por el Kremlin después de que el Ejército ruso arrasara al que un día fue su pueblo. D.L.

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