Debate en torno a la energía nuclear
El renacimiento o el canto del cisne
La energía nuclear está de moda. Aupada como alternativa a los combustibles fósiles contaminantes o denostada por sus recientes incidentes en varias centrales europeas, como ha ocurrido en los últimos días en el Estado español con las de Vandellós y Garoña.
Joseba VIVANCO
El nuclear es un debate del pasado, no del futuro». Así lo zanjaba hace sólo unas semanas Jürgen Trittin, responsable del programa de apagado de las nucleares en Alemania durante el anterior gabinete de Angela Merkel. «Las nucleares hablan muy alto, pero no tienen futuro», insistía. Hoy, los defensores de la energía nuclear se aferran a la idea bien publicitada de que esta fuente energética vive un nuevo renacimiento gracias al alarmismo del cambio climático y el alza sin freno del precio del crudo: la presentan como la alternativa limpia a los contaminadores combustibles fósiles.
Con Nicolas Sarkozy como abanderado europeo -el Estado francés alberga la mayor cantidad de centrales por detrás de EEUU- y con el primer ministro británico, Gordon Brown, haciéndole los coros e insinuando la posible aprobación de una nueva generación de plantas nucleares, la energía atómica parece haber tomado aire en los últimos tiempos. Incluso la emergente China anunció a principios de 2008 la construcción de 30 centrales en los próximos 15 años.
Sin embargo, la realidad objetiva más bien apunta hacia otro lado. En 1992, el World Watch Institute de Washington, el WISE parisino y Greenpeace Internacional publicaron el informe ``World Nuclear Industry Status Report''. Aquel análisis auguraba que «la industria electro-nuclear estaba siendo echada del mercado global de la energía» y vaticinaba que en el año 2000 el mundo tendría como máximo 360.000 MW de potencia nuclear instalada, lejos de las triunfalistas apuestas del sector. Llegado el año 2000, la potencia instalada no superaba los 352.000 MW; y en el año 2007 esa potencia total era de 317.700 MW.
Estas cifras demuestran lo acertado de aquellas previsiones y lo alejado de las palabras futuristas que en 1954 lanzaba el entonces jefe de la Comisión de la Energía Atómica de EEUU, cuando aventuró que la energía nuclear llegaría a ser «tan barata que no requeriría contadores». Él sí que se equivocó y de lleno.
Pero ¿cuál es el estado real de la industria nuclear mundial, más en entredicho que nunca a pesar de cotizar al alza? A partir de una iniciativa de la parlamentaria alemana Rebecca Harms, del Grupo Verde del Parlamento Europeo, dos prestigiosos consultores energéticos independientes, Mycle Schneider y Antony Froggatt, realizaron el «Informe de 2007 sobre el estado de la industria nuclear en el mundo'', presentado este año. Sin duda, estamos ante el análisis más actualizado sobre el sector nuclear energético y del cual se puede entresacar una frase de sus autores respecto a ese nuevo «renacimiento» de lo nuclear: «Gran parte del optimismo mostrado por el lobby nuclear se limita a la retórica».
Estamos ante un documento que sirve de inmejorable manual de cabecera para el enésimo debate abierto -ahora en el Estado español ante los consecutivos fallos en varias centrales- sobre esta energía. Un análisis que deja a un lado aspectos más recurrentes por los antinucleares como los residuos, los accidentes o la contaminación radiactiva cotidiana. Estos dos autores ponen sobre la mesa datos y cálculos. Y éstos no pintan nada bien para lo nuclear.
Cada vez menos centrales y más viejas
A finales de 2007 había 439 reactores nucleares en funcionamiento en el mundo. Es decir, cinco menos que cinco años atrás. Sólo en la UE-27, en menos de veinte años la cifra de unidades ha bajado en 31. Es decir, la tendencia de la apuesta nuclear ha ido claramente a la baja en las últimas décadas. «De hecho, el declive de la industria nuclear empezó hace muchos años, sin ser notada por el público», subrayan estos dos expertos.
El dato de que según la Organización Internacional de la Energía Nuclear (OIEA) hay listadas 34 plantas «en construcción» choca con la realidad que nos dice que en el caso de Europa Occidental, hay ahora mismo un sólo reactor en construcción, en Finlandia. Es el primero en 25 años en toda la UE. Comenzó en 2005, acumula ya dos años de retraso y un coste adicional de 1.500 millones de euros. También en suelo francés oficialmente se comenzó a construir otro en diciembre de 2007, de las mismas características que el finlandés, con lo que los augurios no son del todo optimistas.
De cara al futuro más inmediato, todo apunta a que la puesta en marcha de nuevas plantas nucleares quedará restringida a Asia. Allí y en Europa del Este se planean 30 de esas 34 «en construcción» que dice la OIEA. Y de ellas, dato llamativo, al menos una docena llevan en «fase de construcción» los últimos veinte añosOtro de los datos que, según los autores del informe, ayudan a evaluar el estado actual del escenario nuclear en el mundo es el de la estimación del número de unidades que deberán reemplazarse en las próximas décadas para mantener el número actual de centrales. Calculándoles una operatividad de hasta 40 años a las actuales plantas y las que están en construcción, y estimando las que se irán cerrando por diversos motivos, ambos investigadores fijan en 70 los nuevos reactores que deberían construirse y ponerse en funcionamiento de aquí al año 2015 -es decir, uno cada mes y medio-, y otras 192 unidades adicionales a lo largo de la siguiente década -una cada 18 días-.
«Incluso si Finlandia y Francia construyen un reactor europeo de agua a presión (EPR), si China tira adelante 20 unidades y Japón, Corea o Europa Oriental añaden unas pocas unidades, en conjunto, la tendencia mundial irá probablemente a la baja a lo largo de las próximas dos o tres décadas», calculan.
El ejemplo más cercano
No obstante, contemplan la posibilidad de que la industria nuclear pretenda alargar más allá de los 40 años la vida de las actuales centrales. El ejemplo más cercano a nosotros es Garoña, que la pasada semana sufrió dos nuevas «anomalías» en el sistema de funcionamiento de la red principal. Comenzó a funcionar en 1971; en 1999 recibió una prórroga por 10 años más, y en 2009 pedirá otra hasta 2019. Es decir, pretenden que funcione durante casi 50 años cuando hasta ahora ya ha dado suficientes muestras de que los años le pesan, y mucho.
Estas piedras en el camino de la energía nuclear no son las únicas: hay falta de mano de obra especializada, hay una sóla empresa en todo el mundo que moldea forjas para las vasijas de presión de los reactores e, incluso, se arrastra una falta de confianza de las instituciones financieras a la hora de conceder créditos.
El caso de la central en Finlandia es un ejemplo de los innumerables problemas de un proyecto de este tipo. Si a todo esto le añadimos alarmas sociales como la de hace unos meses en Eslovenia, el Estado francés o las de estas semanas en el español, parece evidente que el optimismo de la industria nuclear sí se «limita a la retórica».
La Coordinadora contra Garoña ha convocado una nueva marcha hasta la planta nuclear burgalesa, que se llevará a cabo el próximo domingo. A las 12 del mediodía partirá, como en anteriores ediciones, del cercano pueblo de Barcina del Barco para llevar la protesta antinuclear hasta las puertas de la central. Este año el lema elegido es «Ante la prórroga, ahora es el momento: ¡Garoña cierre ya!», para recordar que el próximo año caduca la última prórroga de funcionamiento concedida a esta central y la necesidad de denegar la nueva prórroga de diez años solicitada por Nuclenor. Ekologistak Martxan, que participa en la Coordinadora, ha llamado a acudir a la protesta y para ello ha organizado autobuses que partirán desde Bilbo (saldrá a las 10.00 desde el Arenal) y Gasteiz (a las 10.45 frente al Palacio Europa).