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Pasajes de la guerra revolucionaria

«Che, el Argentino»

Llega la primera parte del díptico que el cineasta norteamericano Steven Soderbergh ha dedicado a la figura del Che Guevara, aprovechando el parecido físico del actor Benicio del Toro. En ella se narra su participación activa y determinante en la Revolución cubana, desde una objetividad y distanciamiento desvinculados de lo que fuera el cine militante.
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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

La película de Steven Soderbergh es totalmente procedente porque el cine no le ha hecho justicia a la figura del Che y sigue teniendo una cuenta pendiente con esa parcela de la historia. Sólo el brasileño Walter Salles se ha acercado a Ernesto Guevara con conocimiento de causa, sentando las bases para los que vinieran después con «Diarios de motocicleta», crónica viajera de su etapa de juventud. Había que continuar avanzando, y ahí entraba el viejo proyecto del cineasta norteamericano, sustentado sobre la idoneidad de Benicio del Toro para el papel. En el pasado, el Che estuvo mal retratado en la pantalla, sin que las aproximaciones demasiado inmediatas de la época contaran con la necesaria preparación, motivo por el que fracasaron en sus sucesivos intentos Omar Sharif y Paco Rabal. Transcurridas ya cuatro décadas de aquello, ha habido tiempo más que suficiente para aprender la lección, así que no se podían volver a cometer los mismos errores.

Hace ocho años Benicio del Toro, consciente de su asombroso parecido físico con Ernesto Guevara, aprovechó el rodaje de «Traffic» para proponerle a Steven Soderbergh una semblanza cinematográfica del revolucionario internacionalista. El proyecto fue atravesando desde entonces por muchas vicisitudes, yendo a parar a manos del visionario director Terrence Malick, quien quiso centrar la narración en la campaña de Bolivia, porque había estado en el país como corresponsal de prensa para escribir un reportaje sobre el Che. La idea no cristalizó debido a que se iba a abordar únicamente el acto final, y de una manera muy libre. Existía el temor, bien fundado, de que las nuevas generaciones no entendieran de dónde había surgido aquel hombre y las razones por las que murió luchando lejos del lugar en el que nació. Así que el propio Soderbergh decidió agarrar el toro por los cuernos e intentar hacer las cosas con coherencia.

Lo primero que hizo fue abandonar la idea de rodar en inglés, lo cual no tenía ningún sentido, debido a que el núcleo central del argumento iba a ser el discurso que el Che Guevara dio en las Naciones Unidas en 1964, siendo el único ponente que habló en castellano. Además de decantarse por el idioma real de los personajes, había que abarcar un ciclo histórico más amplio de su actividad política y militar, empezando por la Revolución cubana y acabando en Bolivia. Benicio del Toro estaba de acuerdo con el planteamiento y sabía que era necesario poner toda la carne en el asador, pues él se sentía obligado a andar todo el camino, con tal de seguir lo máximo posible la estela dejada por alguien de tan intenso recorrido humano. Para el actor puertorriqueño el reto aparecía como un afán personal, pues por haber sido educado en un régimen de influencia yanqui nunca tuvo oportunidad de profundizar en las enseñanzas del Che. Es una laguna que comparte con otros muchos latinoamericanos, a los que quiere dedicar su interpretación, confiado en que la película sirva para llenar el vacío existente.

El desconocimiento es extensible a los millones de jóvenes de todo el mundo que visten la camiseta del Che, ya que la llevan sin saber realmente quién es el hombre que hay detrás de ese rostro tan reverenciado como el del Jesús de los cristianos. Pueden incluso a llegar a pensar en él como en un mártir, pero su acción y su lucha eran de este mundo e iban encaminadas a mejorarlo socialmente, sin falsas promesas de redención. La obligación de tener que aclarar tantas dudas lleva implícito por parte de Soderbergh un compromiso con la memoria viva de la Revolución, así que ha querido contar lo sucedido en los doce años claves de su corta pero inmensa existencia. De ahí que el montaje presentado en el Festival de Cannes durara cuatro horas y media, en un exceso de metraje que ha conllevado el estreno comercial en dos partes, cada una aproximadamente de dos horas y quince minutos.

La primera parte, definitivamente estrenada con el título de «Che, el argentino», relata la experiencia cubana entre los años de 1955 y 1959. Ahora bien, a sabiendas de que Steven Soderbergh no es un cineasta al que le gusten las narraciones lineales o convencionales, introduce una deliberada apertura temporal con el mencionado discurso del año 1964. Es una proyección hacia el futuro, rodada con un estilo documental y utilización del blanco y negro, que permite poner un punto de reflexión a lo que en la pantalla se va mostrando como pura acción con una luz y un color naturalistas. Sirve de contrapunto ideológico, de texto para las imágenes del combate contra el dictador Fulgencio Batista. La otra referencia dialogada fundamental la pone el encuentro en México entre el Che Guevara y Fidel Castro, encarnado con igual verosimilitud por el actor mexicano Demián Bichir, justo antes de partir hacia el largo camino que les conducirá hasta la liberación final de La Habana. El resto es una descripción realista a ritmo cotidiano de la dura vida de la guerrilla, con el lento avance de las tropas en pos de su objetivo, en medio de escaramuzas y la toma de ciudades.

Soderbergh contaba con un presupuesto muy ajustado de 70 millones de dólares para los dos partes, por lo que el plan de rodaje no permitía pasarse ni un solo día de más. El equipo tuvo que vivir el ambiente de la guerrilla y hacerlo suyo, gracias a la movilidad que les permitió el uso de cámaras ultraligeras de alta definición. La cámara digital RED permite una calidad de imagen comparable a la película de 35 mm, con el peso de una de uso doméstico. Contradictoriamente, es la tecnología la que permite recrear el tipo de guerra a machete y fusil que se libraba en la selva cubana hace cincuenta años. Así el espectador tiene la visión del Che como estratega, como combatiente dispuesto a dar su vida por una causa colectiva, tirándose al monte y soportando estoicamente unas condiciones de supervivencia extrema que no eran las más adecuadas para su asma crónico. Es una visión externa que no entra en indagaciones psicológicas, debido a que Soderbergh ha estado obsesionado por ser objetivo. Parece haberlo conseguido en vista de los pocos ataques recibidos, aparte de los esperados del lobby de Miami.

DOCUMENTACIÓN

Benicio del Toro explica que, para investigar sobre el Che, al principio se basó en sus propios escritos para luego dedicar siete años a lo que otros habían dejado en papel sobre su persona. También ha viajado a Cuba, Bolivia, París o Miami, para hablar con todo el que tuviera algo que explicarle, fuera del bando que fuera.

BAJO PRESUPUESTO

Las limitaciones presupuestarias influyeron mucho a la hora del rodaje. Por ejemplo, Soderbergh intentó filmar todas las tomas que pudo con luz natural como única fuente luminosa. El uso de cámaras RED también ayudó a bajar los gastos y hacer así viable el proyecto.

Estreno

T. O. : «The Argentine».

Dirección: Steven Soderbergh.

Guión: Peter Buchman, sobre las memorias de Ernesto Che Guevara.

Producción: Laura Bickford.

Fotografía: Steven Soderbergh.

Música: Alberto Iglesias.

Intérpretes: Benicio del Toro, Demián Bichir, Julia Ormond, Santiago Cabrera, Jorge Perugorría, Rodrigo Santoro, Unax Ugalde, Elvira Mínguez, Oscar Jaenada.

País: EE.UU-Estado español, 2008.

Duración: 131 minutos.

Género: Biográfica.

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