La filmografía de Antonio del Real es como para echarse a temblar, pero ha querido resarcirse de tanta comedia basura realizada en el pasado por medio de un ambicioso proyecto personal, largamente acariciado. En el intento desesperado por lavar su imagen profesional ha invertido todo el capital que tenía en «La conjura del Escorial», hasta completar un presupuesto de quince millones de euros, imprescindible para reunir un reparto internacional alrededor de una costosa y elaborada ambientación de época, y que encabezan los ingleses Jason Isaacs y Julia Ormond, el alemán Jürgen Prochnow, el portugués Joaquim de Almeida, el italiano Fabio Testi y el norteamericano Anthony Peck. Era el momento propicio para jugársela, gracias al precedente comercial de «Alatriste», a pesar de los riesgos que entraña cualquier recreación histórica del siglo XVI y el Imperio en el que no se ponía el sol.

El estreno de «La conjura del Escorial» coincide con el auge de la novela histórica, preferentemente la de misterio. Antonio del Real y su equipo de guionistas no han desperdiciado la oportunidad de manejar intrigas palaciegas, dentro de un contexto de narrativa de aventuras que rinde tributo al cine clásico de capa y espada. El argumento lleva a la pura ficción las especulaciones sobre la relación entre Felipe II y la Princesa de Éboli, una mujer fascinante adelantada a su tiempo y a la que en la gran pantalla ya interpretó Olivia de Havilland. Fue mucho más que un peón en el enfrentamiento entre clanes que vivía la corte, con la casa de Alba y la de Mendoza disputándose el poder. La partida de ajedrez tenía una parte de las fichas del tablero situadas en Flandes, donde gobernaba Juan de Austria, hermano bastardo del rey. El enviado que debía llegar al Escorial fue interceptado y asesinado, en medio de una conspiración que deberá ser investigada por el sacerdote al que da vida Jordi Mollá.