Iñaki Uriarte Arquitecto
Políticos toreros
Para mayor regocijo colectivo de la masacre, se juntan con otros participantes visuales y colaboradores, su asistencia contribuye al mantenimiento de ese crimen organizado
La faceta más española de la Aste Nagusia en Bilbo, decadente teatro costumbrista madrileño, zarzuela y algunos cantantes rescatados del asilo, se complementa con la tortura y muerte pública de 54 toros en medio del entusiasmo del populacho. A este criminal festejo acude complaciente mucha gente de la numerosa colonia española residente en Bizkaia, nuevos ricos, especuladores, mercaderes de prebendas, balduretas, políticos de PP y PSOE, parecidos en casi todo, y dirigentes del PNV de la rama bizkaitarra-españolista.
Hace años a esta sangría también acudía el lehendakari Ibarretxe pero, bien sea por las severas críticas que recibió, algunas incluso de afiliados a su partido y probablemente por una acertada reflexión que le honra y acredita como persona inteligente, dejó de asistir percibiendo que su presencia denigraba notabilísimamente al Gobierno en un contexto progresista, civilizado y europeo. Se acabó el lamentable carácter institucional del acto que ya duraba demasiados años y las posibles excusas de compromiso de los que acudían. Quienes ahora allí concurren lo hacen animados por su espíritu de brutalidad, entusiasmo por el maltrato y deleite de la orgía de sangre derramada.
Un año más la matanza taurina de la Villa ha estado presidida, como anfitrión político, por el alcalde Iñaki Azkuna, el más españolista que ha padecido Bilbo desde el fascista Areilza, junto con el habitual séquito de brutos concejales de su partido como Barkala, Sabas e inconcebiblemente por la que ocupa, merecerlo es otra cosa, la concejalía de Cultura, Ibone Bengoetxea; aquella que vergonzosa e impunemente se inhibió de su responsabilidad en el doble atropello mortal de Basurtu. Modélica actuación para mostrar al mundo una singularidad de contemporaneidad ecológica: «Bilbao Sangría 2000».
Para mayor regocijo colectivo de la masacre, se juntan con otros participantes visuales y colaboradores, su asistencia contribuye al mantenimiento de ese crimen organizado. Incluso en unas patéticas fotos aparecen todos mezclados, quizá son semejantes, concejales del PP junto con el diputado general, Jose Luis Bilbao... Entre los apasionados por esta modalidad de homenaje a la violencia figuran la presidenta de Eusko Legebiltzarra Izaskun Bilbao y la diputada de Cultura, Josune Aristondo.
Por la alta representación que ostenta la presidenta del Parlamento, su presencia en este ruedo de la muerte organizado para entretenerse con el más denigrante espectáculo que pueda contemplar en la actualidad un ser humano es sumamente grave. Resulta inconcebible e indignante que tan alta dosis de degradación sensorial intoxique a personas que por formación, oficio y significado se les supone un elemental grado de autoestima personal, dignidad y humanismo en su actividad pública, que debería ser, si no modélica, al menos correcta. Con esa afición tan primaria y salvaje es indigna de ocupar su cargo. Ha ensuciado la imagen de la institución. Ningún país europeo admite estas frivolidades en un cargo de responsabilidad, por lo que debería dimitir y como mínimo ser objeto de una interpelación en sede parlamentaria: una moción ética.
Lo mismo puede decirse del presidente de la Diputación, desenmascarado en su afán de desafiar a Ibarretxe con proyectos sensacionalistas, demagógicos y especulativos como el campo de San Mamés u otro Guggenheim en Urdaibai. La diputada de Cultura mejor haría si se ocupase de las cosas propias de su cargo, en el que ya ha demostrado, en apenas un año, la misma dejadez e incapacidad de sus nefastas predecesoras. Permanece impasible ante la continua hecatombe del patrimonio monumental: Torre Madariaga en Busturia, caseríos de Zalla, chalés de la Orconera y Sefanitro en Barakaldo, relleno de la mina Concha II en Gallarta, Punta Begoña de Getxo, cargadero de mineral de Muskiz, entorno pasarela giratoria de Ondarroa, demolición de Garellano, estafa en el Guggenheim, desinterés por el Euskal Museoa, etc. Una muestra más de que a este sector reaccionario del PNV la cultura no le interesa, sólo el negocio y el aspecto figurativo del cargo.
Cuando participen en alguna concentración frente a un cuartel de la Guardia Civil o por un acto de violencia de género, estarán representando una actitud hipócrita. Son como Rosa Díez pero en vascas. Si su instinto básico destructor les arrebata, gozan con este exterminio y apología de la sangre, que se vistan con un burka y pasarán desapercibidas entre la chusma.
Con este desprecio por los otros seres vivos que habitan en la tierra, no es nada extraña su afición por destruir el encuadre físico, la naturaleza con proyectos impuestos de corrupta gestación, evidentes intereses especulativos y tráfico de dinero como la Variante sur Metropolitana y el TAV.