CRÓNICA Alarde de Hondarribia
Paraguas negros para evitar ver que la participación de la mujer es imparable
Aunque todo el mundo coincidía en que los defensores de la tradición no podían sorprender más, Hondarribia ofreció otro espectáculo al paso de la compañía Jaizkibel. Vecinos agolpados en la calle Mayor recibieron a las mujeres soldados tras paraguas negros, no para protegerse del sol de justicia sino para evitar ver la realidad.
Oihana LLORENTE
Pese a que se ofuscan en no verlo detrás de plásticos negros, caretas de Micky Mouse o paraguas, la compañía Jaizkibel -la única que cuenta con mujeres y hombres entre sus filas- suma más participantes en cada edición. Ayer rondaron los 250 entre txilibitos, tambores, escopetas y cuberos, medio centenar más que el pasado año, que fue en sábado. Todo ello llevó a la capitana de Jaizkibel, Garoa Lekuona, a asegurar que «esta realidad no se puede parar». «Jaizkibel es imparable», concluyó sin poder contener la emoción ante la prensa.
Tras una pancarta en la que se podía leer «Emakumeak alar- dean. Alardea publikoa», Jaizkibel inició su recorrido entre aplausos y mensajes de ánimo, a las 8.25 en punto. Ataviados con la txapela roja, alpargatas y un colorido pañuelo al cuello, decenas de soldados, mujeres y hombres, asomaron entre antidisturbios de la Ertzaintza, y numerosas de personas se colocaron al paso de la compañía para arroparla en todo su trayecto.
Los soldados, en su mayoría jóvenes, fijaron su mirada en el horizonte y enfilaron, con paso firme, la subida hacia la Plaza de Armas, sin saber lo que les depararía la calle Mayor, pero ante todo con la cabeza bien alta.
Haciéndose notar
Nada más cruzar el arco, los contrarios a la participación de la mujer en el alarde se hicieron notar. Aunque renovaron sus formas, esta vez escondidos bajo negros paraguas, el fondo siguió vigente pese a haber pasado ya doce años de lucha en fa- vor de la mujer.
Los silbidos, gritos como «putas y zorras», cánticos de «carnaval, carnaval» y algún que otro empujón no faltaron en la anual cita por la defensa de esa tradición circunscrita en el pasado y que veta la participación de la mujer en la fiesta.
Haciendo caso más que omiso a sus seguidores más fieles, las mujeres y los hombres que componen la compañía Jaizkibel ascendieron hasta la Plaza de Armas, donde las sonrisas y la emoción estallaron junto a la descarga de fusilería.
A la altura del consistorio, sólo los dos concejales independentistas y la edil de EB brindaron la recepción oficial a la compañía.
La capitana puso orden entre sus filas y la compañía emprendió la bajada al son de los pífanos y los tambores. Los grandes paraguas, los gritos en favor del alarde discriminatorio y los abucheos volvieron a la escena, pero los pitidos de desaprobación y las muestras de rechazo no alcanzaron, ni por asomo, el nivel de años precedentes. Los aplausos, los mensajes de aliento y las miradas de aprobación, incluso desde las ventanas de la calle Mayor, se van abriendo camino y encubren cada vez con más fuerza a los de los detractores del alarde igualitario.
La compañía continuó su desfile hasta la ermita de Saindua, donde se topó con las compa- ñías que componen el alarde discriminatorio, preparadas para arrancar. Jinetes y caballos, de cara a la muralla, dieron la espalda a la reivindicación de los derechos de la mujer, no sin obsequiar gestos obscenos e insultos a las mujeres de Jaizkibel.
Los últimos en incorporarse a la compañía igualitaria fueron los cuberos. Niños, y por supuesto niñas, de muy corta edad fueron recibidos con aplausos por el resto de componentes de la compañía, que prefirieron que los más pequeños no fuesen testigos de lo que pasa en el centro de su propia localidad. Junto a los cuberos, la compañía quiso agradecer el apoyo que ofrecen los ciudadanos, y antes de disolver sus filas, hicieron un pasillo entre aplausos y miradas agradecidas.
Mientras seguían los abrazos de emoción por haber logrado, un año más, reivindicar el derecho de la mujer a participar en la fiesta, llegaron las valoraciones ante la prensa. Garoa Lekuona, capitana de Jaizkibel, afirmó que su compañía se encuentra «sana, firme y fuerte», y destacó, pletórica, que «ésta es la pura realidad: esto es imparable».
Dejando a un lado la emoción, Lekuona instó a Aitor Kerejeta, alcalde de Hondarribia (PNV), y a toda su corporación, a actuar «con valentía» para dar una solución al conflicto creado hace ya doce años. La capitana precisó que la gestión llevada a cabo desde esta institución supone «un fracaso para Hondarribia» y abogó por el diálogo como única vía para la solución.
«Un único alarde, público y del pueblo, en el que Jaizkibel pueda participar». Esa es la reivindicación que se hizo desde Jaizkibel, precisando además que «ése será el futuro».
Junto a los ciudadanos que siguieron de cerca a la compañía Jaizkibel, también se encontraron caras conocidas como la de el Ararteko de la CAV, Iñigo Lamarca, o la directora de Emakunde, Izaskun Moyua. Sindicatos como LAB, agentes sociales como Bilgune Feminista o representantes políticos independentistas, de Aralar o de Ezker Batua también se personaron en Hondarribia para respaldar a la marcha igualitaria.
Lamarca se limitó a recordar al Ayuntamiento de Hondarribia su deber de «promover la igualdad entre mujeres y hombres y de apoyar» a la compañía Jaizkibel.
Bilgune Feminista por su parte, criticó con dureza la actitud de instituciones y formaciones políticas. Las acusó de «vender normalidad ante un conflicto que, en vez de resolver, intentan eternizar». Y recordó que mientras la compañía en la que puede participar la mujer es «aislada y limitada», el alarde dis- criminatorio «goza de ayudas institucionales».
Ezker Batua y Aralar también se refirieron al respecto y exigieron al Ayuntamiento de Hondarribia que organice un alarde igualitario, en el que las mujeres puedan participar como soldados.
Con la iglesia se topó
Por segundo año consecutivo, Jaizkibel acudió a la misa celebrada en el monte Guadalupe, pero no sin toparse con la Iglesia, que no consintió que esta compañía contara con su banco.
Después de que la compañía Jaizkibel finalizara su recorrido, a las 9.55, alrededor de 4.500 hombres y 20 mujeres llevaron a cabo su alarde al mando del burgomaestre, Mikel Jauregi. Estos soldados fueron obsequiados con los aplausos de los hondarribitarras que aguardaban en las aceras, que escondieron sus paraguas y lucieron sus trajes de fiesta rojiblancos.