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Frida Modak Periodista

Frenar a Rusia y controlar su petróleo

El artículo de Frida Modak toma como punto de partida el conflicto en Georgia para analizar en profundidad la actualidad en política internacional. La que fuera secretaria de Prensa de Salvador Allende explica con claridad la relación de poderes que define el delicado equilibrio mundial y avanza que éste, como en Georgia, puede volver a romperse.

El conflicto producido en Georgia no es nuevo ni surgió por casualidad. Se trata de un asunto que se viene arrastrando desde hace años, en el que hay que considerar tres aspectos importantes. Por un lado la recuperación de Rusia, lo que sitúa a ese país nuevamente entre los grandes, a lo que se agrega la dependencia de los europeos del petróleo ruso y la pugna por la hegemonía mundial que Estados Unidos está perdiendo. Georgia no figuraría en esta historia si no fuera por su ubicación geográfica, que su presidente y Bush están utilizando para sus propios fines.

Sin embargo, la imagen que se ha proyectado del asunto es totalmente diferente y la responsabilidad recae en los medios de comunicación que, mayoritariamente y a nivel mundial, están en manos de los grandes grupos de poder económico, los que también participan en la pugna por la hegemonía, porque de la forma en que se resuelva depende el futuro de sus negocios. No es un tema menor y, sin embargo, no se está tratando como debiera.

En este marco, Georgia atacó a la separatista Osetia del Sur, que quedó en su territorio porque formaba parte de la República Socialista de Georgia, que a su vez pertenecía a la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS. Los osetios del sur, rusos en su mayoría, han manifestado siempre su deseo de unirse a Osetia del Norte, lo que les es negado. En igual situación se encuentra la también separatista Abjasia, ubicada al lado opuesto de Osetia del Sur.

Estas dos regiones tienen importancia geopolítica y económica no por sí mismas sino por el lugar que ocupan. Ambas limitan con Rusia, Abjasia sale al Mar Negro, que es un punto estratégico para Rusia, que enfrenta dos situaciones clave para su futuro, por un lado la expansión de la OTAN y por el otro la instalación en las ex repúblicas soviéticas que se encuentran en su entorno de los misiles antibalísticos de Estados Unidos, todo lo cual se relaciona con la riqueza petrolera rusa.

La OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), que originalmente abarcaba a Europa Occidental y Estados Unidos, se ha ido ampliando hacia el oriente, para incluir gradualmente a los países que antes formaron parte de la Unión Soviética, lo que de hecho ha ido cercando a Rusia. Esta situación ha sido discutida por la OTAN y Rusia en diferentes reuniones y se había traducido hasta ahora en una actitud cautelosa de los europeos, que dependen en gran medida del abastecimiento energético que le proporciona Rusia. Justamente por eso, el ingreso de Georgia y Ucrania en la OTAN había quedado en suspenso.

Alemania y Francia, en particular, habían sido los más cautos y en la práctica le propinaron una gran derrota a George Bush en la reunión de la OTAN efectuada en abril de este año en Bucarest, la capital rumana, donde no se aprobó el ingreso de las dos ex repúblicas soviéticas mencionadas. En compensación, el presidente francés ofreció considerar el reingreso total de su país a la OTAN una vez que concluya su período como presidente de la Unión Europea. De esa manera, el asunto de Georgia y Ucrania no fue rechazado sino que quedó en espera.

Los acontecimientos de Osetia del Sur no han alterado el acuerdo de Bucarest, que es lo que obviamente se buscaba por la parte georgiana y estadounidense. No parece casual que Georgia enviara tropas a Osetia y desencadenara el conflicto, como algunos ya lo están reconociendo, y que eso sirviera, además, para opacar los Juegos Olímpicos de China, o que los hechos coincidieran en el tiempo con un nuevo aniversario de la intervención soviética en la ex Checoslovaquia, que se cumplió el miércoles pasado. El manejo mediático del asunto georgiano ha buscado sugerir una similitud.

Al amparo de este conflicto, que para muchos fue promovido por Estados Unidos, país que ha armado y entrenado a las fuerzas armadas de Georgia, la administración Bush ha pretendido adoptar una postura de defensor de los principios que paralelamente está violando en otras áreas. El mandatario estadounidense declaró que «Rusia debe cumplir con el acuerdo y retirar sus fuerzas y, por supuesto, poner fin a las operaciones militares. Este acto es completamente inaceptable para todos los países libres del mundo».

¿Se le olvidó a Bush que él ordenó la invasión de Afganistán e Irak? Su secretaria de Estado, Condoleeza Rice, era partidaria de imponer «castigos» a Rusia, pero sus ímpetus no encontraron acogida, especialmente en el canciller alemán, que fue de la opinión de solucionar la crisis con consulta y negociación con Rusia. Pero Rice, que promovió la teoría de la guerra preventiva para invadir Irak con base en acusaciones falsas, estaba realmente exaltada, formuló amenazas en nombre de la OTAN y atacó en forma desusada a Rusia, asegurando que su reputación estaba «hecha trizas».

Y es que para la administración Bush el tiempo se está acabando y los objetivos del grupo gobernante no se han alcanzado. Lejos de consolidarse como la potencia hegemónica todopoderosa en un mundo unipolar, Estados Unidos enfrenta múltiples desafíos. Todos los análisis apuntan a que en el futuro surgirán cuando menos tres centros de poder mundial: la Unión Europea, la región conformada por Rusia, China, India y el sudeste asiático en general y que Estados Unidos tendrá que buscar su ámbito para seguir siendo potencia. Esto último fue planteado en un libro por un grupo de generales europeos pertenecientes a la OTAN. La búsqueda de ese entorno es la gran amenaza que pende sobre América Latina, porque los otros dos centros de poder también miran hacia nosotros.

Esa es otra de las razones para que se haya hecho explotar el conflicto en Georgia. Rusia está en condiciones de llegar a acuerdos políticos y económicos con países que Estados Unidos considera su área de influencia, concepto que ya está abolido de hecho en el mundo global, pero los estadounidenses sólo ven las ventajas que les aportan los tratados de libre comercio y los negocios que pueden hacer sus clanes económicos, entre ellos el de los Bush.

Los europeos tienen más claro que las áreas de influencia defendidas por Washington ya no existen, pero ni a ellos ni a Estados Unidos les conviene admitirlo, porque es franquearle el paso a Rusia, que se lo ha abierto por sus propios medios, al igual que China. Lo sucedido en Georgia se inscribe en este panorama y quedan aún otros asuntos que provocarán nuevos problemas, como la confrontación ruso-estadounidense por el Ártico, región de gran riqueza, donde ambos reclaman derechos.

Al próximo presidente de los Estados Unidos le esperan muchos problemas y, mientras termina su mandato, George Bush debería hacerle caso a Paul Craig Roberts, economista republicano que fue Secretario del Tesoro Asistente en el gobierno de Reagan, quien escribió un excelente artículo titulado «Presidente Bush, cállese, por favor», publicado en Counterpunch, donde formula quemantes acusaciones al mandatario, a sus colaboradores y a toda su gestión de gobierno, afirmando que Estados Unidos no es una potencia y recuerda que «El 12 de agosto, 2008, Pravda (diario ruso) también ridiculizó a Bush con: `¿Bush, por qué no se calla?'».

© Alai-amlatina

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