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La tradición del paraguas en día de sol

Al parecer, entre algunos sectores de la población de Hondarribia es tradición recibir los días soleados con despliegues de paraguas negros, paraguas «de hombre» -plegables y estrenados en serie, probablemente made in China- para no ver lo que podía ser una jornada luminosa en la que de una vez triunfaran los derechos de las personas -sean del género que sean- y el sentido común. Porque, se excuse como se quiera excusar, abrir el paraguas en una mañana de cielo azul ofende al sentido común. Y más aún si es para no ver la realidad, para protestar porque un grupo de hondarribitarras quiere celebrar su fiesta como les pide el cuerpo, sin ofender a nadie, y cumpliendo escrupulosamente con los mandamientos del respeto a los demás y a las leyes vigentes, es decir, sin discriminar a ninguna persona por ninguna razón.

Nadie quiere obligar a que todas las mujeres de Hondarribia participen en el Alarde como «soldados». Quien quiera conformarse con mirar o con participar como cantinera -elegida por los hombres- que lo haga. Es una forma de vivir la fiesta. Pero es injusto -e ilegal, si no se hicieran trampas con consentimiento de las instituciones- que se impida que cualquier persona pueda participar en el desfile, que no es más que una fiesta, como decida conscientemente hacerlo.

No cabe congratularse con el latiguillo de «no se han producido incidentes» por el hecho de que quienes anteayer agredían a las y los integrantes de la compañía Jaizkibel hoy se conformen con parapetarse tras paraguas negros y lanzar gritos como «putas y zorras». Como tampoco es de recibo que mientras las instituciones locales dan la espalda al Alarde igualitario, los partidos que en el Parlamento aprueban leyes de igualdad y de defensa de los derechos de la mujer, miren luego para otro lado cuando sus representantes más próximos a la ciudadanía las conculcan abiertamente. No hay nada de normalidad en que en una mañana luminosa se abran paraguas negros.

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