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Sin calma tras la tempestad, cuba se prepara para la reconstrucción

En Cuba hay voces que hablan ya de una situación similar a la vivida en momentos del llamado Período Especial, cuando la desaparición de la Unión Soviética y el Bloque Socialista, provocó una intensa crisis. En esta ocasión la alarmante situación no tiene su causa en situaciones políticas sino en las poderosas e imprevisibles fuerzas de la naturaleza. Hoy, al igual que entonces, la Revolución cubana está obligada a pasar una vez más una verdadera prueba de fuego: reconstruir y normalizar un país sumido en una realidad mani- fiestamente delicada.

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Joseba MACÍAS-José Miguel ARRUGAETA

Aún es pronto para tener cifras definitivas de las consecuencias, pero no hace falta la cuantificación exacta para darse cuenta de la verdadera trascendencia del paso de Ike por Cuba. A los nueve días de que el huracán Gustav arrasara campos, viviendas e infraestructuras en la Isla de la Juventud y Pinar del Río, este nuevo ciclón -con nombre de presidente norteamericano- ha cruzado la isla grande prácticamente de punta a punta, afectando a 1.000 kilómetros de su extensión, es decir, al 90% de su territorio.

Pese a ir reduciendo su impacto inicial, las lluvias torrenciales y persistentes, junto a las fuertes ráfagas de viento, fueron haciendo su trágico trabajo: decenas de miles de viviendas destruidas o seriamente afectadas (más de 80.000 sólo en la zona de Holguín, 13.000 de ellas categorizadas como «derrumbe total»), inundaciones generalizadas, infraestructura eléctrica y de comunicaciones destruida, cosechas destinadas a la alimentación de la población en los próximos meses arrasadas, interrumpidas o dañadas -casi la mitad de la superficie de caña de azúcar destruida, y daños en la producción de tabaco y níquel-, serios daños en escuelas, hospitales, edificios públicos y centros de producción... Sin embargo, en medio del desastre, hay que volver a subrayar con mayúsculas que sólo la ética aplicada de un sistema de defensa civil que ha vuelto a ser un verdadero ejemplo (pese al consabido silencio mediático internacional), ha conseguido que la cifra de muertos sea realmente pequeña: siete fallecidos y veinte heridos leves, con una evacuación generalizada a lugares seguros de 2.615.794 personas (algo más del 23% de la población total del país) en un intento manifiesto y logrado por preservar, una vez más, la vida humana.

Cuba devastada

Son muchos, urgentes y graves los problemas que debe afrontar el Gobierno cubano en los próximos meses. La limitación de recursos propios o el mantenimiento del bloqueo estadounidense deben convertirse, necesariamente, en elementos complemen- tarios a la hora de mirar el futuro inmediato, pero no pueden ser utilizados como excusa a la hora de buscar salidas a esta grave situación. Se trata de pérdidas económicas que algunas voces sitúan en una horquilla que oscilaría entre los 4.000 y los 5.000 millones de dólares. Cifras realmente muy significativas para un país como Cuba.

Pero al listado irreversible de los perjuicios económicos debemos añadir el daño sicológico al que queda sometido una población que, una vez más, debe poner en marcha mecanismos épicos para afrontar una situación extrema. Una respuesta a la que, tristemente, no están acostumbradas otras naciones de la región como Haití, carente de un Estado real y totalmente vulnerable a la más leve perturbación climática. Cuba es otra cosa, pero eso no significa que el azote de dos huracanes prácticamente seguidos -considerada ya la mayor catástrofe natural en el archipiélago en los últimos 45 años- no genere serias alteraciones en los planes de transformación y cambios previstos por el nuevo Gobierno revolucionario para los próximos meses.

La ayuda internacional

A las pocas horas de producirse el impacto de Gustav, un grupo de países daba un paso adelante con las primeras y urgentes ayudas humanitarias, sin ningún condicionamiento, como es habitual en estas situaciones de emergencia. Mención especial en la solidaridad merece la pequeña y empobrecida Timor Lester (nación donde Cuba mantiene una brigada médica desde su independencia, además de formar, simultáneamente, a varios cientos de jóvenes en especialidades sanitarias), que donaba 500.000 dólares. También enviaban ayuda inmediata Brasil, Venezuela, China, Rusia, México, Argentina, la Unión Europea ...

El espectáculo, punto y seguido, tenía lugar en Estados Unidos como parte de la intensa campaña electoral y, especialmente, en Florida, donde un considerable porcentaje de la comunidad cubano-americana asentada en este estado solicitaba «un paréntesis en las diferencias políticas para ayudar a nuestros hermanos», mientras que otros sectores insistían en profundizar las medidas de aislamiento contra Cuba en un momento como el actual, a la espera de la «fruta madura». El Departamento de Estado de George W. Bush proponía ayuda humanitaria a distribuir por una «asociación civil neutral», siempre que el Gobierno cubano permitiera la visita al país de un «equipo de evaluación humanitaria» con el fin de «inspeccionar las áreas afectadas».

La irrespetuosa propuesta era respondida a las pocas horas por el Ministerio cubano de Asuntos Exteriores, que criticó abiertamente la hipocresía estadounidense y pidió, simplemente, que si la preocupación era cierta la inmediata medida a adoptar era levantar el bloqueo o, en su defecto, la concesión de un permiso provisional a Cuba para la compra directa de materiales de construcción y alimentos en EEUU, así como la obtención de créditos privados. Finalmente, el Gobierno de George W. Bush envió una exigua ayuda de... 100.000 dólares, criticada incluso por sectores del exilio cubano en Miami habitualmente identificados con la política oficial estadounidense contra la isla.

Como contrapunto conviene recordar que tras los atentados del 11 de setiembre del 2001, Cuba puso todos sus aeropuertos a disposición de los aviones estadounidenses, y que cinco años después, en 2005, tras el impacto del huracán Katrina el Gobierno revolucionario ofreció, de forma inmediata, el envío de 1.500 médicos sin ningún tipo de condición previa...

El espectáculo político propio de EEUU siguió y se amplificó tras el paso del segundo huracán, dejando en un plano secundario las preocupaciones humanitarias. La Iglesia católica, una coalición de organizaciones cubano-americanas e, incluso, un significativo número de políticos -como el representante demócrata por Arizona Jeff Flake o el candidato presidencial demócrata, Barack Obama- solicitaron a la Administración Bush que levante temporalmente las restricciones que limitan el envío de remesas de dinero hacia Cuba, la suspensión temporal del bloqueo durante varios meses y que se permita libremente, durante un tiempo limitado, los viajes de cubano-americanos a su país de origen, tomando en cuenta el prece- dente abierto en 1996 tras el paso del huracán Lili. Pero los sectores más reaccionarios siguen empeñados en negar cualquier gesto por lo que es más que previsible que, finalmente, todo quede de nuevo en un juego retórico sin aplicaciones prácticas.

Retos de hoy y de futuro

Bastante ajenos a estos debates, la inmensa mayoría de los cubanos de a pie mira a su alrededor, observa lo que ha perdido y lo que hay que recuperar mientras confía en que la Revolución y su Gobierno no le abandone. Pero también son conscientes de que la economía del país no tiene en estos momentos la vitalidad ni las reservas suficientes para hacer frente a los urgentes retos de la reconstrucción. Los mecanismos de la solidaridad y la cooperación, que tanto ha fomentado la Revolución a lo largo de su historia en sus relaciones internacionales, van a jugar un papel realmente esencial.

Ese importante sentimiento de no estar solos, unido al esfuerzo interno y a la extraordinaria capacidad de los cubanos de crecerse ante las dificultades, son los factores que pueden marcar la diferencia ante una situación realmente grave y urgente.

En manos del Gobierno revolucionario queda la dirección y la gestión directa que va a requerir dirigir todos los esfuerzos a la normalización inmediata o, lo que es lo mismo, conseguir el retorno de la electricidad, comunicar las zonas aisladas, facilitar un techo provisional a los más afectados o garantizar la alimentación a toda la población. Paralelamente, hay que pensar en organizar con criterio y seriedad planes de desarrollo estratégico más ambiciosos que requieren de una base económica sólida y diferente, pues, como ha señalado el propio Fidel Castro en sus últimas reflexiones, Cuba necesita, por ejemplo, un millón y medio de viviendas sólidas e infraestructuras soterra- das que permitan resistir los embates de una naturaleza cada vez más agresiva y devastadora, a tenor de las variaciones climáticas mundiales. Ello requiere, sin duda, cambios de estrategia.

Mientras tanto, las esperadas transformaciones internas quedan aplazadas ante las urgencias y necesidades del momento. Ya se ha anunciado que el curso escolar se reinicia hoy, aunque no pueda ser en todo el país. Una muestra más de la búsqueda de una normalidad perdida que es imprescindible recuperar con urgencia.

AYUDA DE EEUU

El Gobierno estadounidense envió a Cuba una ayuda de 100.000 dólares tras el paso del huracán Gustav, una cantidad que fue criticada incluso por sectores del exilio cubano en Miami.

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