David García, del Xacobeo Galicia, logró un merecido triunfo en la decimoquinta etapa de la Vuelta 2008, en un atractiv trayecto que unía las localidades de Cudillero y Ponferrada.

En una jornada de transición después de las jornadas de montaña por Asturias, el pelotón, tras volar en la primera hora de la carrera, dio permiso para que una fuga de 17 corredores pusiera tierra de por medio y se jugara la etapa. Además del vencedor en la capital del Bierzo, los vascos Zandio (Caisse), Astarloza (Euskaltel), Garate (Quick Step) y Arrieta (Ag2r) se colaron un grupo con gente como Phillipe Gilbert en su seno.

En una etapa de tres puertos, fue la cota no puntuable de Lombillo la que impidió que José Luis Arrieta se llevara la victoria, justo tres años después de llegar victorioso a la meta de Ciudad Real. La gresca que se montó a partir de tan dura subida -digna de la mejor clásica de las Ardenas- eliminó al de Ag2r, a Zandio y a Astarloza.

Mientras, Juanma Garate, con fuerza y ciertas opciones al sprint, echó por tierra las intentonas de Nuyens y Arroyo. A falta de cuatro kilómetros, empero, no pudo coger la rueda de David García, que dio el primer triunfo en la presente vuelta a su equipo y, de paso, desquitó a su director, Álvaro Pino, del disgusto que se llevó en Fuentes de Invierno al ver que Astana se «comía» el trabajo que su equipo había «cocinado».

Tras el paso del puerto de Somiedo, de primera categoría, la fuga tenía ya visos de poder llegar a la meta, porque durante esos primeros kilómetros los componentes de la misma trabajaron de lo lindo para aumentar lo más posible la ventaja sobre el gran grupo. Detrás, Astana no pasaba de llevar una marcha regular.

Las primeras hostilidades llegaron en el puerto de Corral de Los Lobos, de segunda categoría. Las fuerzas permanecían bastante enteras y no hubo ruptura en el grupo. En el pelotón, Contador sufría una caída sin consecuencias.

Mucha astucia, poca fuerza

En un deporte como el ciclismo, en el que la fuerza cuenta tanto, a veces resulta extraño, casi cómico, la forma de crearse algunas fugas. En el puerto de Ocero, de tercera, sin duda la cuesta más liviana del día, José Luis Arrieta atacaba. No fue un salto furibundo, pero sí astuto.

El navarro se jugó la carta de la duda y llegó a disponer de cerca de un minuto a su favor, dentro de los 20 últimos kilómetros, en el circuito que rodeaba a la capital del Bierzo. Allí estaba la trampa de Lombillo. Sus opciones se rompieron en esas rampas, mientras que el grupo de 16 se hacía añicos en unos últimos kilómetros preciosos.

Garate quiso ejercer el control en el grupo cabecero, pero la sangre caliente de los Nuyens y Arroyo lo hicieron imposible. Al final, David García esperó su momento y acertó. El pelotón, ajeno a esta pelea, llegaba a 14 minutos y 23 segundos.