Iñaki Lekuona Periodista
Otra sobre consultas
La Constitución española garantiza uno de los sistemas democráticos más plenos que cabe encontrar en el Derecho Constitucional comparado. Es una de las frases gloriosas, y poco humildes, de la sentencia dictada por el Tribunal Constitucional a cuenta de la doble consulta propuesta por el lehendakari Ibarretxe. Pero hay otras muchas, como la que recuerda que dicha Constitución, sin lugar a dudas abierta, plural e integradora, «parte de la unidad de la Nación española, que se constituye en Estado social y democrático de Derecho, cuyos poderes emanan del pueblo español en el que reside la soberanía nacional». Ahí es nada. Para que luego digan del jacobinismo francés.
No será el que suscribe quien salga en defensa de la propuesta del lehendakari, una consulta que por obra y gracia de la Constitución española, de la República francesa y del statu quo postcolonial bendecido por los intereses de los notables locales nos deja fuera de las preguntas y de las respuestas a los habitantes de cuatro de las siete provincias vascas. Pero no puede obviarse que la consulta en sí misma, como instrumento, tiene una virtud, la de bajar la democracia del pedestal abstracto donde la ha colocado la política partidista.
Hasta el bueno de Nicolas Sarkozy ha comprendido que la democracia no puede regirse únicamente por las elecciones generales, regionales y locales. Por eso, en su reciente reforma constitucional incluyó la consulta de iniciativa popular, que bajo ciertos condicionantes confiere a los ciudadanos el poder de proponer referendos. No es cuestión de organizar consultas para todo, que para tomar decisiones diarias ya existen los gobiernos. Pero cuando la importancia del asunto lo exige, la decisión puede y debe tomarla de manera directa el ciudadano.
Esta reflexión es, a estas alturas, toda una simpleza. Pero hay quien prefiere la complejidad de los legajos, porque con ella creen más fácil acallar un pueblo. Es en esta democracia que se autodenomina plena donde se encuentra atascado ese Estado que se empeñan en llamar Nación española y que no es sino un remiendo de identidades a las que se les tiene tanto miedo que ni siquiera se les permite preguntar. Al tiempo, pero todavía vamos a ver una consulta identitaria en la República jacobina antes que en la grandiosa España de las autonomías. ¿Apuestas?