La situación en Bolivia cada vez recuerda más a la vivida en Chile hace ahora precisamente 35 años, cuando un golpe de estado terminó con la vida de Salvador Allende y frustró un intento por extender a todo América Latina una nueva perspectiva política de progreso y justicia.

Ese simbolismo no ha escapado a nadie en la cumbre excepcional de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) que dio comienzo ayer en el palacio presidencial de La Moneda. El propio Evo Morales reivindicó esa similitud histórica y denunció el intento de derrocar su Gobierno, elegido con un apoyo social sin parangón en la historia de ese pequeño país. Apoyo que, además, ha sido refrendado recientemente a través de un nuevo referéndum. A la cumbre asistieron nueve mandatarios convocados por la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, para tratar precisamente la crisis política en Bolivia.

Junto con la situación en Irak y Afganistán, la situación de Bolivia es una de las más graves en este momento. El apoyo incondicional que hasta el momento han mostrado los mandatarios de la región es uno de los mejores antídotos contra el golpismo interno y el hegemonismo externo.