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¡Que pase el siguiente!

Alberto CASTRO

Ayer, desde el negro número diez del calendario, alineado en la columna del lunes, un lunes más de octubre, las cifras sangraban. Lo que empezó como un problema local y bien acordonado, la crisis de las hipotecas de baja calidad, ha tomado cuerpo de huracán en escala máxima. Nada es lo que parece, y con el paso del tiempo todo ha quedado claro: hacer castillos en el aire es la actividad preferida de muchas entidades financieras llamadas serias y de larga tradición. Préstamos hipotecarios sin viabilidad, titulizaciones a mansalva de activos inmobiliarios de mil colores, bonos sin contrapartidas solventes, calificaciones de riesgo interesadas, trucos malabares para sortear la fiscalidad de distintas operaciones, ingenierías financieras varias componen los ladrillos birriosos de esos castillos mágicos, como los de los cuentos o películas que contienen una parábola y que a los niños y niñas tanto les gusta. Son como las cabañas de aquellos cerditos de aquel relato en el que no se va a nombrar ni el nombre y ni el apellido del autor, que eran poco aplicados en su construcción y pasaban el tiempo jugando, pasando el tiempo, divirtiéndose. Los indefensos animales, que no sabían lo que se les venía encima, no prestaron el menor caso a la solidez de sus refugios hasta que los vientos empezaron a soplar con fuerza y los tiraron abajo.

El huracán de la falta de dinero contante y sonante arrasa ahora con todo, sin que los otros indefensos cerditos del cuento corran en ayuda del pobre animal perjudicado. Sólo el hada madrina de los fondos públicos está, a veces, de su parte. Pero el viento sigue soplando con fuerza y la desconfianza crece sin parar. Bear Stearns, Freddie Mac, Fannie Mae, Merrill Lynch, Lehman Brothers. ¡Que pase el siguiente!.

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