vuelta 2008 Primera victoria vasca en la ronda hispana desde el triunfo de José Luis Arrieta en 2006
La gloria sonríe a Imanol Erviti en la «clásica» de Las Rozas
Una fuga de 18, con Flecha, Bettini y cinco vascos en su seno, evitó el sprint masivo. Fue el bilbaino David Herrero quien realizó la mayor criba al arrancar a falta de cinco kilómetros. Erviti, junto con Roche y Kiryienka, atraparon al vizcaino para jugársela en la meta.
Arnaitz GORRITI | BILBO
La caída de Igor Antón reducía las esperanzas de los vascos a la «caza» de alguna etapa, y el dulce recuerdo de la «semana de oro» de Egoi Martínez. Pero las jornadas pasaban y, ni Koldo Fernández de Larrea lograba imponerse en las llegadas masivas, ni Quick Step dejaba que las escapadas llegaran. Ayer, tras dos años de sequía, desde la victoria de José Luis Arrieta en 2006, Imanol Erviti, en un sprint de infarto con Nicolas Roche, retomaba la senda del triunfo para el ciclismo vasco en la Vuelta.
Con el abandono de Tom Boonen, la opción de sprint masivo cayó en picado. Más aún cuando, después de abandonar Valladolid a toda velocidad, una inmensa fuga de 18 corredores tomaba cuerpo, con gente del nivel de Flecha, Bettini, Kroon o Van Avermaet, y cinco vascos en su seno: Alan Pérez y Landaluze de Euskaltel; David Herrero de Xacobeo y Txente García e Imanol Erviti de Caisse d'Epargne.
Con el permiso del pelotón, los últimos kilómetros fueron una clásica en el que los ataques y contraataques, parones y acelerones trufados de miradas de reojo, se sucedían. Al fin, fue el bilbaino David Herrero quien, a falta de cinco kilómetros, rompió la disciplina del grupo. Tras él partieron Kiriyienka -Tinkoff-, Roche -Crédit Agricole- y Erviti, y cazaron al de Errekalde a falta de tres kilómetros. La criba estaba ya hecha.
En los último metros, Erviti y Roche se destacaron en un sprint igualado, a cara de perro, sin que ninguno pudiera alzar los brazos. La gloria, por fin, sonrió al iruindarra de Caisse d'Epargne. Se lo había ganado.
Exhausto y agitado por el sprint final con el que se resolvió la decimoctava etapa, Imanol Erviti no dejaba de expresar su incontenible alegría tras apuntarse el mejor triunfo de su todavía incipiente carrera profesional. El corredor iruindarra consideraba su victoria en Las Rozas la «recompensa» a lo «luchado» hasta la fecha.
«Esto es increíble; es la recompensa a todo lo que he luchado para llegar aquí. Es un sueño», dijo, emocionado, a los micrófonos que lo asediaban, y dedicó la victoria «al equipo, a la familia y a todo el mundo que se haya alegrado por este triunfo».