Cuatro emociones: felicidad, pena, placer y amor
«Cuatro vidas»
¿Pueden coincidir en una misma película la actriz independiente Julie Delpy y el actor comercial Brendan Fraser? Todo es posible dentro de una producción hecha al margen de la taquilla por un joven realizador de origen coreano, dispuesto a sacar enseñanzas de un proverbio asiático aplicable como remedio a los males de la era de la comunicación y de la globalidad, con sus historias de soledades individuales detrás. «Cuatro vidas» ha sido rodada en México D.F.
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
El debutante Jieho Lee ha tardado varios años en preparar su ópera prima, debido a que se trata de una obra coral que necesitaba de un reparto con garantías. Y, a pesar de contar con un reducido presupuesto de diez millones de dólares, lo ha conseguido gracias al efecto llamada de la presencia de Andy Garcia, quien busca recuperar dentro del cine independiente el prestigio perdido. En torno suyo fueron sumándose al proyecto nombres conocidos como los de Brendan Fraser, Julie Delpy, Kevin Bacon, Forest Whitaker, Emile Hirsch y Sarah Michelle Gellar. Aparecen dispuestos en cuatro relatos divididos de acuerdo con las emociones de que consta la existencia según un proverbio asiático, que serían la felicidad, la pena, el placer y el amor. Los cuatro episodios están relacionados entre sí porque, para comprender cada una de esas emociones, hay que conocer las otras, y así no se puede saber lo que es el amor o la felicidad si antes no se ha sufrido.
Retratos de soledades
Al hablar de historias urbanas, Jieho Lee aplica el concepto de globalidad hasta componer un discurso universal. Es de origen coreano y ha rodado en inglés en escenarios de México D.F., sin que la credibilidad de los personajes se resienta a causa de dicho mestizaje cultural. El nexo común entre todos ellos es el mafioso interpretado por Andy García, que es un poco como el azar que se cruza en sus vidas. Un modesto empleado de banco, un matón y una actriz atravesarán por momentos críticos, bien en el plano económico o en el sentimental, que les llevarán a entrar en tratos desesperados en el lado más oscuro de la ciudad. Son retratos de soledades individuales que reflejan el contrasentido que supone vivir en plena era de la comunicación.
El título que se han sacado de la manga los distribuidores es una manera de advertir a los espectadores sobre el tipo de película que van a ver, ya que hace referencia directa a «Nueve vidas», en la que Rodrigo García seguía el esquema de historias entrelazadas instaurado por el maestro del cine coral Robert Altman en «Vidas cruzadas». Es un modelo narrativo al que se han acogido muchos cineastas: Lawrence Kasdan, en «Gran Cañón»; Paul Thomas Anderson, en «Magnolia»; Paul Haggis, en «Crash» o el mexicano Alejandro González Iñárritu, en «Babel». Ha llegado a convertirse en un signo de estos tiempos de confusión.M.I.