Las negociaciones entre el Gobierno de Bolivia, al frente de cuya delegación iba el presidente, Evo Morales, y los prefectos (gobernadores) de los departamentos autonomistas comenzaron ayer, sin ceremonias ni discursos previos y en presencia de numerosos observadores y garantes de instituciones internacionales y regionales, en un centro de convenciones de la ciudad central de Cochabamba, en medio de grandes medidas de seguridad.

El diálogo se inició sobre las 08.00 hora local (14.00 horas en Euskal Herria) con una «muy buena voluntad» para resolver el conflicto en una reunión a puerta cerrada que puede ser intensa y de la que, según el Gobierno, las partes no saldrán hasta alcanzar acuerdos.

«Esperamos llegar a un gran pacto social» que pacifique el país, declaró el beligerante Rubén Costas, gobernador de Santa Cruz, antes de incorporarse a la reunión.

Las conversaciones deben centrarse en la nueva constitución política del Estado que impulsa Morales, los estatutos autonomistas de las regiones de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija y el reparto de la renta petrolera entre el Estado y los departamentos del país.

El portavoz de Morales, Iván Canelas, ilustró ayer la crítica situación que llevó al Gobierno y sus opositores a sentarse a una misma mesa para negociar al señalar que el país estaba al «borde del precipicio». «En Bolivia decimos que estamos acostumbrados a los conflictos y a llegar al borde del precipicio para comenzar a dialogar. Creo que es lo que está ocurriendo», comentó Canelas, quien añadió que «cuando todo casi está perdido, nace la esperanza».

Se trata de la tercera vez en este año que Morales y sus opositores inician conversaciones.