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José Luis Orella Unzué Catedrático senior de Universidad

Nuevas políticas para el Sahara

Orella analiza la situación por la que atraviesa el conflicto que mantiene al Sahara bajo la opresión del Reino de Marruecos y enumera una nada despreciable lista de estados-nación -de antigua o reciente constitución- con características similares a las del pueblo saharaui, que pueden servirle de modelo en sus pretensiones independentistas. En todo caso, el autor desaconseja una autonomía negociada a la baja y como ejemplo negativo pone el fracasado modelo de la CAV.

Existe un gran divorcio, uno más, entre el sentir democrático y la acogida social que los pueblos del Estado español dan a los saharauis y el gobierno de los dos partidos mayoritarios de España que se inclinan por negar el pan y la sal diplomática al Sahara, tras haber respaldado internacionalmente al Reino de Marruecos.

El Sahara tiene ejemplos de estados-nación europeos en los que mirarse. Muchos son territorial y demográficamente pequeños. Pero todos ellos tiene a su favor la historia, la voluntad independentista de sus pobladores y el respaldo de una o varias potencias internacionales.

En Europa hay muchos ejemplos de estados-nación. De menor a mayor, tomando como medida el área en kilómetros cuadrados habría que citar a El Vaticano (0,44), Mónaco (1,9), San Marino (61), Liechtenstein (160), Malta (316), Andorra (470), Luxemburgo (2.586), Osetia del Sur (3.660), Abjasia (8.600), Chipre (9.250), Kosovo (10.908), Montenegro (13.810), Eslovenia (20.273) o Bosnia y Herzegovina (51.197).

El ejemplo históricamente más antiguo es el de «La Serenísima República de San Marino» como un enclave independiente en Italia con 28.561 habitantes. Es un estado europeo independiente, un país pequeño, pero el más antiguo de Europa, ya que su fecha de independencia es del 3 de septiembre de 301.

Entre los estados nuevos hay que citar a Kosovo, de la península de los Balcanes, en el sudeste de Europa. Está habitado por cerca de 2,2 millones de personas. Su capital es Pristina. El estatus de Kosovo es motivo de disputa. Serbia considera que Kosovo es una provincia autónoma dentro de su propio territorio, en cumplimiento de la resolución 1.244 de Naciones Unidas. A pesar de dicha resolución, el Gobierno serbio no interviene directamente en la administración de este territorio desde 1999, pues quedó en manos de la Misión de Administración Provisional de las Naciones Unidas en Kosovo y de la OTAN. El gobierno provisional de Kosovo declaró unilateralmente su independencia de Serbia el 17 de febrero de 2008 con el apoyo de Estados Unidos y parte de la Unión Europea, aunque Serbia, Rusia, España y otros países no reconocen a Kosovo como estado soberano.

Pero este mismo año 2008 tenemos otros ejemplos. La República de Osetia del Sur está situada en el Cáucaso. Durante la época de la URSS fue una provincia autónoma de la República Socialista Soviética de Georgia. La mayor parte de esta provincia declaró unilateralmente su independencia en 1989 y tras vencer la guerra con Georgia se convirtió en una república independiente de facto. Sin embargo, Georgia la considera parte suya. El 26 de agosto de 2008, tras la segunda guerra con Georgia, Rusia fue el primer país en reconocer oficialmente la independencia de Osetia del Sur.

Abjasia es un territorio ubicado en la vertiente sudoccidental de la cordillera del Cáucaso, con costas en el Mar Negro. Es una república independiente de facto desde 1992. Sin embargo, Georgia la considera una república autónoma que le pertenece. Hasta 2008 Abjasia permaneció de facto como un estado independiente sin reconocimiento internacional, pero con apoyo de la Federación Rusa. Sin embargo, la avanzada georgiana fue expulsada del territorio de Abjasia tras la intervención militar de Rusia en agosto de 2008. El día 26 de ese mismo mes Rusia se convirtió en el primer país en reconocer su independencia pese al rechazo de Estados Unidos y la OTAN.

Pero volvamos al Sahara Occidental. El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, acaba de nombrar al diplomático estadounidense Christopher Ross como su enviado personal para el Sahara Occidental. Ross tiene un gran conocimiento de los países árabes, ya que fue embajador en Siria y Argelia. El objetivo principal del nuevo enviado personal es proseguir las negociaciones entre Rabat y el Polisario comenzadas hace más de un año en Manhasset (junto a Nueva York) y que, tras cuatro rondas, no ha dado frutos.

El Frente Polisario necesita un mediador de Naciones Unidas que juegue un papel en Estados Unidos, que es la potencia que puede imponer una solución a sus aliados, Marruecos, Francia y España, que han hecho la opción interesada por Marruecos.

Las declaraciones del dimisionario enviado personal Van Walsum confirmaban que el problema del Sahara, con voluntad política, es resoluble, a pesar del choque de trenes que se da entre la legalidad internacional, que está del lado del Polisario, y la realidad fáctica del Consejo de Seguridad, que no utilizará sus poderes para imponérsela a Marruecos. Marruecos, en abril de 2004, no aceptó el referéndum solicitado por el Polisario porque podía estar abierto a la independencia. A pesar del rechazo marroquí al referéndum, el Consejo de Seguridad de la ONU pretende que la solución sea consensuada.

Pero Marruecos tiene la fuerza militar y ocupa gran parte del territorio sin que el Consejo de Seguridad esté dispuesto ni a presionarlo ni a pedirle que cumpla la resolución 1.514 tomada por la Asamblea General en 1960 y la opinión de la Corte Internacional de Justicia de 1975. Y el impasse se crea cuando no hay nada en el derecho internacional que obligue al Consejo de Seguridad a utilizar todos los poderes que tiene a su disposición para poner en práctica las resoluciones de la Asamblea General o las opiniones consultivas de la Corte Internacional de Justicia.

La insistencia del Polisario en la independencia tiene el peligro de perpetuar el statu quo, lo cual es mejor que aceptar una autonomía negociada a la baja. Y éste es el consejo desde la experiencia vasca para los amigos saharauis. Porque aceptar una autonomía negociada sin independencia está abocada al fracaso, aunque se den garantías avaladas internacionalmente de que no se cambiará el acuerdo institucional pactado por razones de seguridad nacional, y de que no se socavarán los derechos civiles como la libertad de expresión.

Así lo está demostrando tanto la experiencia del pueblo vasco, al que se le niega en España su existencia como pueblo, como la realidad del Estatuto de Autonomía de Gernika, sumido en un estado de congelación.

Porque esta autonomía vasca también tenía una adicional primera constitucional que afirmaba que se respetarían los derechos históricos de los territorios forales. Pero el ejercicio diario y unilateral del poder ha desventrado toda promesa constitucional. El gobierno del que tiene las armas las ejerce utilizando todos los medios a su alcance, incluidos los judiciales. La resolución del Tribunal Constitucional que rechaza la consulta del lehendakari ha entrado en el fondo de la cuestión, pero ladinamente ni ha citado ni ha entrado a considerar la tal adicional constitucional.

El Frente Polisario debería mantenerse en la búsqueda de una solución consensuada al estilo de una unión confederal con Marruecos o con Mauritania, pero desde un estado independiente, al estilo de los muchos estados-nación antiguos y recientes de Europa. Así, en un futuro próximo, habrá en el entorno geográfico del Mediterráneo ciertos estados independientes-nación como Ceuta, Melilla y Sahara en la órbita del Magreb árabe y Gibraltar en el ámbito europeo.

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