La compañía Animalario estrena su visión de «Urtain», reflejo del franquismo de los años 70
La compañía Animalario, que dirige Andrés Lima, estrena mañana en Madrid «Urtain», que, más que una biografía del famoso boxeador, es un «reflejo de la España franquista de finales de los 70».
GARA | MADRID
José Manuel Ibar Azpiazu nació el 14 de mayo de 1943 en Arrona (Gipuzkoa), en concreto en el caserío Urtain, del que tomaría su nombre deportivo y con el que se convertiría en una estrella del boxeo. Fue proclamado campeón de Europa de los pesos pesados en 1970 al vencer al alemán Peter Weiland; pero murió solo un 21 de julio de 1992 tirándose desde la terraza de su domicilio en Madrid.
Ahora la compañía Animalario lleva la figura de este «niño grande, de manos grandes y gran corazón», según el actor que le da vida en el Teatro Valle-Inclán, Roberto Álamo, para mostrar la «historia de un símbolo de la España de la raza que quería entrar en Europa», explica Andrés Lima. Para el director de Animalario, «Urtain» es una «tragedia clásica, cuyo héroe vive y acaba su vida de forma violenta, a la que el sentido del humor convierte en una obra contemporánea» y muestra una época «cargada también de violencia y competitividad, que viene generada por el miedo, y qué mejor para ello que el boxeo, un deporte espectacular, pero de una enorme brutalidad». Roberto Álamo ha «tenido que ponerse cachas» para dar vida a Urtain en el ring que la escenógrafa Beatriz San Juan ha creado para el Valle-Inclán, asegura Lima, quien ha contado también con actores de la compañía como Alberto San Juan y Alfonso Lara, que se alternan en el papel de manager del púgil vasco. También figuran en el reparto Raúl Arévalo, que da vida al boxeador Pedro Carrasco y Adolfo Suárez; Luis Bermejo, que interpreta a Raphael, Manuel Alcántara y Vicente Gil, y María Morales y Estefanía de los Santos, que se convierten en sus dos esposas.
La música de esta «función muy musical» es de Nick Powell, quien ha escrito una banda sonora alejada de la tristeza que pedía el personaje y con la que se quiere mostrar en todo momento «la violencia que experimentó en vida», de ahí que haya recurrido mucho al sonido de las herramientas utilizadas por los segalaris o aizkolaris.