Sucedió un diez de julio de 1968, durante el Zinemaldia. «Ama Lur» se presentaba en la Sección Oficial dentro de un pase fuera de concurso. El cine Astoria estaba abarrotado de gente que se agolpaba en los pasillos para poder presenciar la película. La proyección fue tan emocionante que los allí presentes acabaron cantando, con la voz entrecortada, el «Agur Jaunak». Pero antes de llegar hasta pantallas y corazones, la cinta se encontró con mas de un obstáculo. La censura fue uno de ellos. La idea inicial de Basterretxea y Larruquert para esquivar a los censores consistía presentar un borrador que mostrara una imagen arquetípica y folclórica de Euskal Herria. Presentarían un borrador de apariencia inocente pero que aun y todo no superaría la criba. Los autores exigieron más de una vez la respuesta con la decisión, hasta que por fin llegó la resolución de las autoridades. La Dirección de Cultura y Espectáculos puso sus condiciones. Los censores sugerían, entre otras cosas, eliminar el árbol de Gernika nevado en Navidad porque transmitía una sensación triste y de lamento. Además dejarían fuera de la cinta el «Guernica» de Picasso e incluirían obligatoriamente en tres ocasiones la palabra «España». Curioso. Pero ¿de qué nos habla «Ama Lur»? ¿Cómo lo hace? En los 98 minutos de celuloide de los que se compone, la poesía de las imágenes trata de acercarse a la idea del alma vasca a través del agua, la tierra, el aire y el fuego. «Ama Lur» indaga en la relación de estos elementos con la cultura popular y las gentes de pueblo. Gentes de Euskal Herria que en «Ama Lur» vienen y van. Mineros, campesinos... Gentes y lugares que se unen mediante un montaje exquisitamente cuidado. Un país y una identidad en la que los artistas vascos dejaban la huella de lo terreno y humano, ferrerías y minas, el hierro y Chillida. Es una de las películas más importantes que se han gestado aquí, por su contenido, por su calidad, y por su carácter de documento. A las 20.00, en el Príncipe.