Todas las mañanas cruzo dos mundos para llegar al último mio asignado. Desde Negruri a Neguri, cruzo yo por la Gran Vía, voy riendo por las calles, luciendo mi dentadura. Subo deprisa -nunca corriendo- porque me oprime el no sé y voy gritando cada día: ¡Quién miente, seguro que es usté! Usté, no vds. que estoy segurade-que sí que me entienden sin que yo tenga que salir de ningún armario para esconderme en la televisión. Por cierto, la televisión. De eso les quería yo hablar hoy. Hace unos días se estrenó en TVE2 -la gran cadena exquisita- «Plutón BRBnero» de nuestro amigo y conocido, residente en Madrid, Alex de la Iglesia. Un cómic hecho verbo. Mejor dicho: una intención de articulación narrativa televisiva a partir de un monoplano que nunca podrá aterrizar en las dimensiones cúbicas del poliedro televisivo. Frases acertadas, imágenes fijas bien construidas, personajes delirantes, JFSebastian tras el atrezzo pero nada de acción: ni contante ni mutante. No hay nada dentro de Plutón. La intención es magnífica: alejar el target televisivo de las series que predican con el ejemplo de que pecar, operarse de las tetas y ser un ser sin principios te va a llevar al éxito a lomos de personajes como Risto o Ana Obregón (la nueva virgen de los sicarios de Miami). No queremos que nuestros jóvenes orinen sobre los rostros dorados de sus profesores de instituto como en Física (sin necesidad de) Química, ni que nuestras jóvenas deseen ser operadas de las tetas como regalo de la primera comunión. Y mucho menos que alguien desee ser malvado y peligroso soñando en convertirse en un sicópata mientras los canales televisivos catapultan y arropan su perfil proyectándolo en nombre de la rentabilidad publicitaria madre de todos estos desmadres. Me alegro mucho de que éste, mi periódico, no tenga ninguna servidumbre con ninguna televisión existente por ahora. No podría soportar tener que decir cosas maravillosas de las teleseries que he mencionado por el mero hecho de que hayan sido financiadas con la herencia oligárquica y trasnochada de mis jefes, como les ocurre a otros ciriticéfalos.