Merece la pena ver «La desconocida» para apreciar a un cineasta que sabe cambiar de estilo cuando quiere y cómo quiere, dejando claro que cuantos piensan que sólo es capaz de hacer «Cinema Paradiso» cometen una injusticia con él. Tornatore ya supo dar un giro apreciable a su filmografía con «Una pura formalidad», pero la ruptura con su vena nostálgica es mucho más radical en esta realización de hace un par de años. En ella opta por el melodrama desgarrador con un estilo vehemente y desaforado que recuerda al mejor Zulawski, a lo que contribuye principalmente el prodigioso trabajo musical del maestro Morricone, que subraya cada diálogo y cada gesto con una partitura omnipresente, mucho más allá del mero acompañamiento sonoro. El «tour de force» del compositor no abandona jamás a la estelar Kseniya Rappoport en su enorme esfuerzo interpretativo, que hizo merecedora a la actriz rusa del David Di Donatello. La mujer sufre lo indecible, acosada por un terrible proxeneta del que el veterano Michele Placido hace una repugnante caracterización, bañada en sangre tomada de la tradición violenta del «giallo» italiano.

Giuseppe Tornatore utiliza el tremendismo de la crónica de sucesos relacionada con la trata de blancas y el tráfico de bebés, no para apuntarse a la denuncia fácil y el consiguiente lavado de conciencia burguesa, sino para activar un thriller de suspense lleno de tensión. El hecho de que la protagonista sea una ucraniana que persigue el ajuste de cuentas con un terrible pasado de explotación sexual, bajo el aspecto superficial de la inmigrante que intenta rehacer su vida en la ciudad italiana de Trieste, dota de una mayor tono inquietante al ya de por si siniestro y sobrecogedor relato. Pero Tornatore no se conforma con intimidar al espectador en su inestable confortabilidad europea, porque también quiere conmoverlo profundamente y hacerle ver que no se puede juzgar a quien abandona su país por pura supervivencia, viéndose obligado a cometer actos desesperados.