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Raimundo Fitero

Los insultos

No me duelen prendas: vi parte de la actuación del que fue portavoz del gobierno aznarista y de la que tuvo despacho con mucha moqueta como jefa de informativos de TVE del felipismo. Se insultaron con ganas. Jordi González cortó el espectáculo cuando el asunto había llegado a cotas insoportables. Bueno, todavía tienen un margen. Podrían haberse escupido, peleado en el barro, o simplemente lanzarse sus carnés de pertenencia a clubes, sectas o partidos, que eso sí sería un auténtico insulto. Hasta, si me apuran, si nos mostrasen su hoja de liquidación de sus emolumentos por esta presencia semanal, entenderíamos parte de su actitud. La pelea forma parte de su contrato, en el sentido de que deben dar juego, y si se callaran o se mostraran melifluos, no darían el nivel exigido por este tipo de programas tan tramposos.

Llamar a M.A.R., Miguel Ángel Rodríguez, machista y cabrón, o cabrón machista, es algo absolutamente diplomático, versallesco, si nos atenemos a las barbaridades que este individuo ha dicho y repetido en todos los programas, que son muchos, en los que aparece, y que una de sus palabras favoritas es asesino, que lo aplica con ligereza fascistoide. Que a María Antonia Iglesias le llame imbécil, es una manera de provocar, pero no es estar en un nivel demasiado de capacidad de insulto, sino en una fase de reconciliación.

Lo cierto es que estas secuencias televisivas que ustedes pueden encontrar en muchas pantallas y que recorrerán los programas de zapeo, forman parte de un género, y los protagonistas de este episodio tienen bastantes antecedentes como protagonistas. Incluso Mar tiene en una cadena de la extrema derecha española un programa infumable que presenta y dirige. Y ella, ocupa muchas mesas en diferentes horarios y cadenas de toda laya, incluso en programas radiofónicos. Es decir, son fijos discontinuos.

La realidad es que los insultos se valoran bastante en el mercado televisivo, que todo es relativo, que no insulta quien quiere sino quien puede, y que a veces un insulto no es otra cosa que una manifestación de impotencia, una falta de argumentación. También, en ciertos casos, no hay nada más descriptivo que un buen insulto.

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