Iñigo Lamarca Ararteko
Los derechos de las personas mayores
Nuestra sociedad debe un especial cuidado, atención y respeto a sus mayores, estén en la situación en la que estén. Quien desee participar activamente en la vida social deberá poder hacerlo sin sufrir ninguna discriminación por motivo de edad
Las personas mayores constituyen un sector de la población cada vez más numeroso en nuestra comunidad: son ya 400.000, casi la quinta parte del total de la población. Buena parte de ellas tiene más de 80 años; en concreto, unas 75.000 mujeres y 36.000 hombres han superado esa edad. Con frecuencia, este tipo de datos suele presentarse como algo negativo, como una carga, una situación que exige cada vez más recursos asistenciales, sanitarios, económicos... olvidando que la prolongación de la vida en condiciones dignas es un gran logro social por el que todas las generaciones han trabajado.
Hablamos de «mayores», en general, pero, lógicamente, en un colectivo tan numeroso hay situaciones muy diferentes: hay quien es plenamente autónomo para regir su vida y hay también quien depende de otras personas para casi todo; hay quien se siente con energía para seguir participando en la dinámica social y quien sólo desea descansar y dedicar el tiempo que le resta al ocio o a su familia más próxima; hay quien vive sola y hay quien vive rodeado de sus familiares o en una residencia; hay quien tiene unos recursos económicos suficientes para vivir dignamente y quien apenas tiene para llegar a fin de mes; hay quien vive en una casa o un piso accesible y quien casi no puede salir a la calle; hay quien es cuidado pero también quien cuida, a otras personas mayores, a los nietos...
Nuestra sociedad debe un especial cuidado, atención y respeto a sus mayores, estén en la situación en la que estén. Quien desee participar activamente en la vida social deberá poder hacerlo sin sufrir ninguna discriminación por motivo de edad, y quien necesita apoyo para poder vivir dignamente deberá recibir la ayuda necesaria.
Vamos haciéndonos cada vez más conscientes de algunas de las lacras que impiden el pleno desarrollo de los derechos de las personas, como el racismo o el sexismo. Sin embargo, somos todavía muy poco conscientes de las discriminaciones por motivo de edad: el edadismo. Se está logrando una mayor sensibilidad, por ejemplo, respecto al maltrato infantil o a la violencia de género, pero se hace todavía poco para prevenir el mal trato (el trato inadecuado) a las personas mayores, mucho más frecuente de lo que suele imaginarse. A veces, ni siquiera somos conscientes de que una determinada manera de relacionarnos con ellos, puede incluso que con la mejor voluntad, supone, de hecho, un trato inadecuado, poco respetuoso con sus derechos y necesidades.
En materia de derechos, el camino por recorrer es casi siempre más largo que el tramo recorrido. Para comprobarlo, basta comparar la realidad con cualquiera de las normas o códigos existentes. Recuérdense, por ejemplo, los primeros párrafos de la Declaración Universal, que próximamente cumplirá sus 60 años: «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos...»; «toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamadas en esta Declaración sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole...». Añadamos a este listado la edad y defendamos, en el día a día, los derechos de las personas mayores. El día 1 de octubre, declarado Día internacional de la tercera edad, nos recuerda esta tarea.