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Maite SOROA | msoroa@gara.net

Reeditar el fracaso

La política vasca da mucho de sí. Y en vísperas electorales no les quiero contar... Ayer en «El Imparcial» (ha vuelto, aunque sea por la red) Roman Cendoya nos contaba que «lo que pasa en Euskadi es lo que ya sucedió en 2001 con Mayor Oreja y Nicolás Redondo». Y se preguntarán en qué se parece la situación, ¿verdad? Pues Cendoya lo resume: «En el año 2000, Batasuna no pudo presentarse en las elecciones generales y el PP, que gobernaba en Madrid, obtuvo el mejor resultado de su historia: llegó a sacar dos diputados y un senador por Guipúzcoa. El PNV y EA comprobaron cómo la abstención activa de Batasuna mermaba considerablemente sus resultados». Y a partir de ahí esos resultados «provocan un optimismo enfermizo en el partido del gobierno en Madrid y en los medios de comunicación afines. Siempre se pierde el horizonte de que el nazionalismo tiene un objetivo superior que aparca discrepancias, de modelo y de ritmo, y que siempre votan continuidad nazionalista ante la posibilidad de que el PSOE o el PP, en unión política, puedan quitar el gobierno de los suyos». Y aún se duele por el batacazo de Mayor y Redondo porque, asegura, «en 2009 no será muy diferente».

Reconocido el fracaso anterior y en previsión del siguiente, Cendoya busca una explicación. La más sencilla, claro: «Ibarretxe tiene razón cuando afirma: `El pueblo al que prohíben dar su opinión ¿cómo puede conseguir el bienestar para sus hombres y mujeres?'. Ya le digo yo que no se consigue. Y afirmo que Ibarretxe y el nazionalismo legal y terrorista son los responsables de que no haya ese bienestar. Ibarretxe es Lehendakari porque 300.000 vascos, que no son nazionalistas, no pueden opinar porque gracias a sus políticas nazionalistas han tenido que exiliarse. Ésos son los únicos ciudadanos vascos que no pueden expresar su opinión».

La semana pasada eran 200.000. Otros cien mil han debido de salir corriendo en los últimos seis días. Lo mejor es cuando el próspero empresario, periodista y asesor se presenta en esa condición: «Y desde el exilio le garantizo que no hay bienestar. El problema es que no sabemos cuándo lo conseguiremos, ya que parece que Ibarretxe será Lehendakari otra vez porque 300.000 vascos no podrán dar su opinión». Algunos tienen la cara más dura que el cemento.

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