Análisis | Efectos de la crisis económica en EEUU
Crisis financiera, cambios políticos y elecciones presidenciales
El terremoto que se ha generado como consecuencia de la actual crisis financiera ha provocado además un interesante debate político que puede derivar con el tiempo en un cambio en las tendencias actuales en Occidente y se encuadra en la larga campaña presidencial estadounidense.
Txente REKONDO Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)
El autor destaca que más allá de las consecuencias económicas que se producirán como consecuencia de esta crisis financiera también se registrarán efectos en el ámbito político en los EEUU, que posteriormente se trasladarán, con toda probabilidad, hasta Europa.
Probablemente una de las claves de la crisis ha sido la falta de regulación general, o cuando menos inadecuada, que ha permitido la actuación de los llamados brokers hipotecarios y de algunos bancos también en torno a la concesión de hipotecas y préstamos, que se veían con libertad de actuar y no sujetos a regulación alguna. Como reconoce un profesor universitario estadounidense, «es una situación generada por instituciones e individuos no sujetos a control y capaces de realizar actuaciones negativas sin consecuencia alguna para ellos».
Esta situación ha generado el rechazo de buena parte de la población de EEUU, y es evidente que a las divisiones sociológicas existentes se le está añadiendo otra más, la económica. Así, la clase media del país está comprobando que la diferencia entre ella y los más privilegiados aumenta cada día que pasa. Según una reciente encuesta, «tres cuartas partes de la población afirman que los ricos son cada vez más ricos y que los pobres lo son más pobres».
Ocurra lo que ocurra finalmente en torno a las medidas para superar la crisis financiera, una cosa está quedando cada vez más clara, a partir de ahora va a ser muy difícil para la élite política, financiera y mediática repetir la situación que se ha viniendo reproduciendo durante las últimas décadas.
Las consecuencias de la crisis están desplegando a su vez crisis en otros campos, sobre todo en el ámbito político. Así, la economía se ha situado como el eje central de la campaña, arrinconando descaradamente otros temas como seguridad nacional, sanidad o la guerra de Iraq. Por otro lado se percibe un auge del llamado voto populista, y unido a ello un aumento importante del ya existente recelo hacia el gobierno federal en muchos estados del país.
Uno de los acontecimientos que más ha sorprendido a los observadores occidentales ha sido el rechazo del Congreso norteamericano a la propuesta conjunta para solventar la crisis y avalada en un principio por el presidente Bush, los candidatos presidenciales y las cúpulas dirigentes de ambos partidos políticos.
Evidentemente el voto negativo de esos congresistas (tanto demócratas como republicanos) ha obedecido a diferentes motivos, y al mismo tiempo ha generado un debate sobre la situación del sistema político en EEUU, que no olvidemos tiende a ser el que en Europa se aplica cada vez más.
Las razones del no son varias. Por un lado están los congresistas republicanos aliados en el llamado sector ultraliberal (libertarians), partidarios de una regulación «cero» y de la economía de libre mercado, opuestos por tanto a cualquier tipo de intervención estatal; también estarían aquellos representantes republicanos que siempre han visto a Wall Street como la cuna de la élite demócrata; otros en cambio no han podido dar el visto nuevo a un nuevo esfuerzo económico, habida cuenta de que los ochos años de presidencia con Bush han tenido que hacer importantes cesiones económicas para dotar de más fondos para la guerra en Iraq y Afganistán, de la reforma de Seguridad Social del presidente y para la Ley de Prescripción de Medicamentos. Éstos son conscientes de que más dinero supone recortes en muchos campos y que los más afectados van a ser sus electores.
Y es aquí donde encontramos el cuarto motivo, y que ha generado un debate curioso. Muchos representantes ven en el enfado popular un peligro a su futura reelección, y han optado por preservar sus propios intereses aún a costa de romper la disciplina de partido. Esta situación ha sido la base para que algunos analistas en Europa pongan el grito en el cielo, ¿cómo es posible votar contra lo que marcan los dirigentes del partido? Los posibles escenarios futuros también son centro de atención de las especulaciones. El mejor escenario sería aquel que acabara con la impunidad de esa élite tecnócrata-financiera que especula y se enriquece a costa de la mayoría de la población. Pero es poco probable que de momento se materialice una situación como esa. Por el contrario el peor escenario nos llevaría a repetir en pleno siglo XXI la grave crisis de comienzos del siglo pasado, conocida como la «Gran Depresión». Las consecuencias de esto aterrorizan a la mayoría de gobiernos del mundo.
Finalmente está el escenario más probable, que se forjará en torno a un nuevo acuerdo entre los representantes políticos estadounidenses (y que tendrá su copia europea probablemente) que intentará detener a corto y medio plazo los augurios más negros creados por la crisis.
De momento, ese posible acuerdo ya tiene sus primeras consecuencias en EEUU. La intervención gubernamental a través de grandes sumas de dinero, va a condicionar la política del próximo presidente. Así, McCain tendrá difícil mantener sus propuestas en torno al recorte de impuestos para las clases medias, mientras que Obama ya ha anticipado que «no introducir cambios en el programa inicial sería irresponsable», en referencia a su apuesta original de una asistencia sanitaria universal. En ambos casos la crisis la van a acabar pagando las clases más desfavorecidas y las clases medias, la mayoría de la población.