Francisco Larrauri Psicólogo
Qué viene después de la represión
No estamos en la latitud ni en las calendas en que se iba de rodillas a palacio a cantar respetuosamente «¡vivan las caenas!». Pasaron ya los tiempos de corrupción y de impunidad
El aviso a navegantes lanzado conjuntamente por el Gobierno español y sus medios que prohíbe las singladuras por el mar de las ideas ha espoleado mi curiosidad por escuchar a una ex presa política con venerables 90 años que se las vio en otros temporales del siglo pasado.
Como aquellas experiencias no le han facilitado la vida, nunca se obsesionó por las grandes formulas ideológicas que escondían detrás confusos conceptos filosóficos. Se ha decantado por la sencillez de los argumentos para explicar cómo los gobiernos de los socialistas españoles que se han alejado desde hace años de las aplicaciones prácticas de la democracia y los franquistas (permitámosle decir la verdad respecto al PP), que nunca se la han creído, están doblemente ofuscados en el modo de resolver el conflicto vasco, que sólo se resolverá con democracia.
Y la prueba de que la democracia de esta monarquía es de baja estofa es que ha consentido hacer jugarretas aberrantes con todo el asociacionismo abertzale y con los ciudadanos vascos que están en libertad o en prisión sin que ninguna institución justa avise que Zapatero y Rajoy han construido un auténtico castillo de naipes, que sus periódicos difunden propagandísticamente, y que sólo sirve para especular sobre la evolución política del mañana, cuando de lo que se trata es de demostrar que el objetivo final es la solución del conflicto.
Estas suposiciones democráticas con que trabajan estos políticos españoles, y que el PNV las comparte sin rubor, son sólo especulaciones que se tambalean a menudo, como los castillos de naipes, y que a los partidos españoles ni les preocupan ni sienten la necesidad de justificarlas.
El Gobierno español, además, nos tiene acostumbrados a que la intolerancia política se convierta en violencia política, pues así ha eliminado los partidos políticos independentistas y ahora con la Interpol buscan a un ciudadano vasco para una comparecencia judicial en que el más despistado de los secretarios sabe cómo se construirá el final.
Tal vez sean otras comparencias dormidas, que se cuentan en decenas de miles, las que quitan el sueño a la ciudadanía, pero Zapatero, con voz engolada, anunciará que el Estado de derecho ha de defenderse principalmente de los ciudadanos libres que saben decir «aurrera bolie». Con este marco institucional, la persecución política que está sufriendo todo el independentismo vasco es fruto de una inquisición ideológica cuyo fundamental leitmotiv es conseguir la unidad de España, sin olvidar que es perseguido también porque, con la honestidad de dar lo mejor, ha sabido canalizar un sentimiento de cambio y regeneración política con letra y música popular que pone en cuestión la única función que tiene la monarquía española.
Por eso, con el simbólico silencio de los otros partidos nacionalistas vascos que lo acatan todo con respeto, ha rechinado la estupidez de que la izquierda abertzale llegará al siglo XXII con las mismas dinámicas carcelarias más veinte.
Respetuoso silencio, que permite el idilio entre pares, y que puede ser más vil que la misma ejecución, pues calladamente se alegran, o sea, un mismo objetivo construido de dos maneras distintas. De confiables a truhanes. Sin embargo, deberían darse cuenta de que la represión utilizada trasciende las individualidades detenidas y supone un replanteamiento de los derechos civiles para civilizar el territorio del Norte. Y aceptado que las instituciones políticas, cuando miran a la izquierda abertzale, dejan de tener como prioridad los derechos fundamentales de las personas, no es difícil vislumbrar el paso del encarcelamiento masivo a la esclavitud que puede seguir al chaparrón que está cayendo en el huerto.
Ante esta violencia política indiscriminada que deja a miles de ciudadanos sin voto, torturados hospitalizados, detenidos que desaparecen y no se sabe nada de ellos por días, de persecución y agresiones callejeras en las que también participan con respeto los subordinados de Balza, el lehendakari Ibarretxe nos solicita que firmemos una instancia con póliza para enviar a Estrasburgo. Sin duda, el tripartito no ha interpretado bien la predicción, y el paraguas de Estrasburgo para las próximas elecciones quedará hecho añicos con los primeros vientos del temporal.
La voz de la experiencia insiste en que apliquemos un cambio de vista muy sencillo y nos preguntemos si es natural que seamos tratados como esclavos o, dicho de una forma más actual, ¿en la era moderna es natural que tengan secuestrados nuestros derechos fundamentales, civiles y políticos? Por la consecución de todos los derechos los pueblos han de retar a la autoridad y el Gobierno español, leída la historia, tendría que saber que sólo solucionará el conflicto con más democracia y jamás con menos. No estamos en la latitud ni en las calendas en que se iba de rodillas a palacio a cantar respetuosamente «¡Vivan las caenas!». Pasaron ya los tiempos de corrupción y de impunidad, y el día 4 en Bilbo podemos demostrarlo.