Para estrambote, el que ayer firmaba Iñaki Ezkerra en «La Razón». No tiene desperdicio: «La ETA americana tiene su sede en Washington y una espléndida página web en la que pueden leerse lemas tan sugerentes como `Entre en contacto con ETA', `Conozca a ETA por dentro', `Hágase amigo de ETA', `Enamórese de ETA', `Hágase de ETA sin dudarlo'. La ETA americana está muy bien organizada. Tiene hasta premios ETA, convenciones ETA, cursillos ETA, forums ETA». Está para tratamiento, ¿verdad? Lo mejor es que, a renglón seguido, nos suelta que «esas siglas no se refieren exactamente a las que representan por estos lares Otegi y De Juana sino a la Electronic Transaction Association, un grupo que aglutina a más de medio millar de empresas, entre ellas las principales marcas de tarjetas de crédito». Y ahora, ¿qué?

Pues ahora Ezkerra saca sus conclusiones: «A mí la ETA americana me parece una humillante demostración de que los gringos no saben absolutamente nada de nosotros. No saben ni quiénes somos los españoles, así que mal pueden saber quiénes son unos tipos del norte de España que nos andan matando. No lo saben y esa ETA suya que celebra cada año una convención en Las Vegas a la que asisten tres mil delegados es la pintoresca y leve y demoledora evidencia, la expresión genuinamente sociológica de su peor desdén, que es el de la ignorancia, el desdén del elefante que al moverse provoca un terremoto en la pulga que descansa en su lomo, el desdén que no sabe que lo es siquiera». Se lo ha tomado a pecho el hombre. Y matiza: «A ningún grupo empresarial español se le ocurriría nunca llamarse FARC o Al Qaida porque aquí todos sabemos lo que es eso y sabemos que con semejantes nombrecitos nadie vendería un peine. Zapatero se cree que España es una potencia mundial, pero ésta es la prueba del algodón o del nueve. A la hora de la verdad todo el mundo sabe qué son Al Qaeda y las FARC mientras no todo el mundo sabe lo que es la empresa de Josu Ternera. O sea que los terroristas del Tercer Mundo y de los países en vías de desarrollo son más conocidos que los nuestros, hecho que a uno le provoca un sentimiento desconcertante pues no sabe muy bien si debe entristecerse o alegrarse». Se le nota confundido al columnista. Debería tomar aguas en algún balneario. Ojo, he escrito «agua».