Los Ignobel premian la teoría de que cualquier cosa que pueda enredarse, se enredará
Aspiran no sólo a hacer reír sino también a hacer pensar. Este jueves en la Universidad de Harvard se anunciaron los ganadores de una nueva edición de los Premios Ig Nobel. Gracias a ellos sabemos hoy que las pulgas de los perros saltan más que las de los gatos.
Aconseja Marc Abrahams, autor del libro ``Los premios IgNobel'', que sus páginas sean leídas en voz alta y de manera preferible en ascensores, trenes, metros, salas de espera o, incluso, en los lavabos. Y no es para menos. Estamos ante los galardones científicos más humorísticos, gamberros e irrepetibles que se entregan cada año y que tienen como escenario la prestigiosa Universidad de Harvard, en Boston. Una invitación a la diversión, pero también a pensar. Y si no que se lo pregunten a los franceses Marie-Christine Cadagiergues, Christel Joubert y Michel Franc, de la escuela de veterinaria de Toulouse, ganadores este jueves del premio en la categoría de Biología por su «estudio comparativo entre el desempeño en el salto de la pulga del perro y la pulga del gato». ¿Que qué? Pues eso, que han logrado demostrar que las pulgas de los perros saltan más que las de los gatos. Ahora será cuestión de profundizar en su aplicación.
La decimooctava edición de estos cada vez más reconocidos premios no ha decepcionado y es que a sus organizadores, la revista de humor científico ``Anales de la Investigación Improbable'', les llegan miles de nominaciones, de entre las que sólo diez, una por categoría, reciben el ansiado galardón.
Por ejemplo, esta vez lo han logrado los brasileños Astolfo Mello y José Carlos Marcelino, de la Universidad de Sao Paulo, que se impusieron en Arqueología por sus investigaciones sobre el impacto dañino de los armadillos en las excavaciones arqueológicas. Desde luego, nada que ver con el que en cierta edición se llevaron un grupo de scouts exploradores que borraron unas pinturas rupestres de entre diez y quince mil años de antigüedad pensando que eran unos simples graffitis.
Strepers y las propinas
Los también conocidos como «anti-Nobel» reconocieron igualmente este año al Comité Ético Federal Suizo sobre la Biotecnología No-humana por «haber adoptado el principio legal de que las plantas tienen dignidad». Por ello se han llevado el Ignobel de la Paz. Bueno, nada que ver con el que se otorgó en su día al Parlamento taiwanés por dirimir sus debates a puñetazos o a los dos diseñadores de un sistema antirobo para el coche que no era sino un lanzallamas.
El Premio IgNobel de Física fue a parar esta año a los autores de la reveladora teoría según la cual cualquier cosa que pueda enredarse se enredará. Dorian Raymer, de la Institución Scripps de San Diego, y sus colegas demostraron matemáticamente que el pelo o una pelota de hilos o cuerdas se enredará inevitablemente y formará nudos. ¿Acaso no lo sabíamos ya?
En el apartado de Medicina la recompensa ha recaído en Dan Ariely, de la Universidad de Duke, quien confirmando la sospecha de algunos sicoanalistas, concluyó que «un falso remedio caro es más eficaz que uno barato». ¿Lo pillan? Pues mientras lo meditan, no se pierdan la sesuda investigación llevada a cabo por tres integrantes de la Universidad de Nuevo Méjico que estudiaron el impacto del ciclo de ovulación de una bailarina de topless sobre las propinas que recibe. Y concluyeron que estas chicas reciben más propinas justo en su periodo más fértil del mes. Esto les ha supuesto el reconocimiento en la sección de Economía.
Compartido se llevaron el premio de Química dos investigaciones que, curiosamente, han obtenido conclusiones contradictorias. La una aseguró demostrar que la Coca Cola es un espermicida eficaz, mientras la otra demostraba todo lo contrario.
Por su parte, el galardón en la categoría de Nutrición fue a parar a manos de un italiano, Massimiliano Zampini, de la Universidad de Trento, y su colega inglés Charles Spencer, de Oxford, «por haber modificado electrónicamente el ruido de una patata frita para hacer pensar a quien la come que es más crocante y fresca de lo que parece». Lo que hicieron, simple y llanamente, fue hacer creer a un grupo de personas que estaban comiendo papas fritas frescas al reproducir un sonido crujiente cuando las mordían. Tiene lo suyo, lo mismo que el estudio premiado con el IgNobel a las Ciencias del Conocimiento, por medir la capacidad de una ameba para «resolver un laberinto».
Los galardones no tienen dotación económica, y su aceptación por los autores de los estudios `premiados' es muy variable: algunos lo reciben con una sonrisa en los labios, y otros no quieren ni oir hablar del asunto. Un consejero científico del Gobierno británico llegó a pedir una vez que dejaran de otorgar premios a investigadores de su país: al año siguiente le dieron uno a un investigador de una universidad inglesa por demostrar que las tostadas suelen caer sobre la cara untada de mantequilla. Seguro que ustedes también lo sabían...
suman ya estos conocidos premios «anti Nobel» que provocan en el público tanto la risa como la incredulidad. Pero detrás, hay mucha ciencia.
Los Premios Ig Nobel se entregaron por primera vez en 1991, en el prestigioso centro de investigación MIT estadounidense. Cuatro genuinos Nobel entregaron los galardones vestidos al estilo de Groucho Marx. El éxito del evento provocó que al año siguiente se repitiera hasta que en 1994 hubo de ser traladado a la señorial Universidad de Harvard, al prohibirse su celebración en el MIT. Pero sus organizadores se lo tomaron tan a broma que desde entonces es costumbre pasarse la ceremonia lanzando aviones de papel al escenario y una niña se acerca al atril para decir «me aburro» cuando un premiado se pasa con su discurso.