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En lunfardo o habla porteña supera barreras sociales y contagia a los argentinos

Mar MARÍN | BUENOS AIRES

Buenos Aires es la única ciudad del mundo donde se puede bailar con un chabón, con una mina, un minón e incluso con un budín, tomar, morfar y fumarse un pucho, antes de apolyarse hasta la mañana siguiente. En lunfardo, el habla porteña, todo esto no es más que bailar con un joven o una joven atractiva, beber, comer y fumarse un cigarro antes de retirarse a dormir.

Nacido a mediados del siglo XIX en el ambiente del hampa del Río de la Plata, el lunfardo -un término jergal italiano que significa «ladrón, maleante»- se ha ido transformando a lo largo de los años. Actualmente, ha superado las barreras sociales y geográficas y se ha ido incorporando al habla de los habitantes de Buenos Aires. En la capital, los fatigantes (trabajadores) compran el periódico al canillita (vendedor callejero), van al laburo en bondi (autobús) y evitan la fiaca (pereza) para que no les den aceite (despidan). El presidente de la Academia Porteña del Lunfardo, José Gobello, explica que no es un argot sino «un repertorio de voces de distinto origen» surgido con la inmigración europea llegada hace dos siglos. Este fenómeno hizo que se incorporan términos italiaanos, portugueses o castellanos. Uno de los elementos que ayudó a popularizar el lunfardo fue el tango Después, la literatura terminó por consolidarlo. Tanto es así, que hay palabras lunfardas que han reemplazado al castellano en el habla coloquial. Un ejemplo es pibe, un término jergal italiano que desplazó el uso de «niño».

Actualmente los porteños utilizan unos 4.000 vocablos de este origen. También señalan que muchos de ellos lo hacen de forma inconsciente, sin percatarse de que chamuyan (hablan) lunfardo. Sea en lunfardo o en castellano, lo importante es pararse a carburar (pensar) para no caer en la alpedología: hablar sobre sin conocimiento.

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