Escuchando todo lo que se ha dicho durante estos últimos cinco días sobre el pistoletazo electoral que se dio el pasado domingo en las campas de Foronda, a uno le queda la duda de si Ibarretxe es el candidato del PNV o el de la izquierda abertzale.

Vamos por partes. No he escuchado ningún cambio en el discurso de Ibarretxe que me haga presuponer que el programa con el que intentará engatusar al electorado de los tres herrialdes de la CAV incluya puntos de encuentro estratégicos con los principios que defiende la izquierda abertzale. No es eso. Ni siquiera presupongo que el EBB intente convencer a EA de que, esta vez sí, van a redactar (que no es lo mismo que poner en práctica) un programa de mínimos soberanistas; y otra cosa es que EA considere que ése es el mínimo para concurrir en coalición o se conformen con acordar el presunto reparto de escaños y carteras.

Lo que sucede es que el lunes me desayune con una tertulia en la que el tema estrella, a raíz del anuncio de Foronda, era la posibilidad de que la izquierda abertzale presente una «lista blanca» a las elecciones de marzo. Y a partir de ahí me he dado un atracón: almuerzos televisivos, artículos en prensa firmados por expertos vascos y madrileños, más tertulias a la hora de la cena... Todos con un denomiador común: las cábalas sobre cuántas listas elaborará la izquierda abertzale, o si pedirá la abstención, o Rubalcaba con la melonada -¡qué empacho!- de que no se quiere medir en las urnas.

No creo que eso de desviar la mirada hacia la izquierda abertzale tras la nominación de Ibarretxe sea una estrategia urdida en Sabin Etxea. Tampoco me creo que sea un acto reflejo del tipo: convocatoria de elecciones-apartheid político-respuesta de la izquierda abertzale.

Lo que pretenden es marear a la base de la izquierda abertzale -en la que no existe ninguna duda sobre su derecho a participar en cualquier tipo de elecciones- para que asuma que, si finalmente se aplica el apartheid, será porque no saben, o no quieren, pintar de blanco una lista. ¡Qué listos!