A 40 años de la matanza de Tlatelolco, sigue imperando la impunidad
Cuarenta años más tarde, el silencio sigue mandando sobre la masacre de Tlatelolco (o plaza de las Tres Culturas), que fue perpetrada el 2 de octubre de 1968 por soldados que dispararon contra miles de estudiantes que se manifestaban en esta zona de México D.F.
GARA
Las autoridades contabilizaron oficialmente 44 muertos, pero fuentes independientes elevan la cifra hasta al menos 330. Después de 40 años, los responsables de esta matanza se han beneficiado de una impunidad que recuerda a la del crimen organizado actual.
El 2 de octubre de 1968, a las seis de la tarde, cientos de militares dispararon contra los 8.000 estudiantes que se manifestaban en la plaza, a sólo diez días de la inauguración de los Juegos Olímpicos.
El tiroteo duró hasta la medianoche. Entre los muertos, se encontraban manifestantes, vecinos, militares y policías. Hubo también 2.360 detenidos.
Al día siguiente, un portavoz de la Presidencia declaró que hubo 20 muertos y 70 heridos, mientras que los medios internacionales y hasta la propia CIA elevaban la cifra hasta los 300. Poco después, el presidente mexicano, Gustavo Díaz Ordaz, «rectificó», elevando la cifra de muertos a entre 30 y 40.
Los cinco presidentes que le sucedieron, todos del PRI, mantuvieron un profundo silencio sobre la matanza de Tlatelolco. Hubo que esperar hasta 1998 para que una tímida comisión parlamentaria convocase a Luis Echeverría, ministro del Interior en 1968 y presidente de la República entre 1970 y 1976. No se adoptaron medidas en su contra.
Mucho, más tarde, en 2003 se aplicó a Echeverría una legislación especial aprobada por Vicente Fox y se le impuso arresto domiciliario debido a su avanzada edad.
El fiscal intentó procesar a Echeverría por genocidio, pero sin éxito.
El presidente Díaz Ordaz murió en 1970, mientras que Echeverría «ha perdido el sentido de la realidad», según Jacinto Rodríguez, autor de «1968: todos los culpables».
«La mayoría de los militares implicados están muertos, como el ministro de Defensa Nacional de la época, Marcelino García, y otros», añadió Rodríguez.
Legalmente, los hechos han prescrito, pero algunos expertos reclaman que se cree una comisión de la verdad para que estos hechos no caigan en el olvido. Pero son conscientes de que el presidente Felipe Calderón no quiere desairar a los militares en plena «guerra» contra el narcotráfico.
«En ese momento, no pensé en otra cosa que en salvar mi vida», recuerda 40 años más tarde Raúl Álvarez Garín, uno de los supervivientes de la matanza de Tlatelolco.
«En ese preciso instante, observas y observas. No es hasta mucho más tarde cuando te das cuenta del riesgo que has corrido», añade. Antiguo dirigente del Consejo Nacional de Huelga, que encabezó el movimiento estudiantil, subraya la incredulidad que vivió el 2 de octubre de 1968 al ver a los soldados disparando contra sus compañeros que, como él, se manifestaban en Tlatelolco.
Pudo escapar de los disparos, pero fue detenido esa misma tarde.
Siguiendo la estela de movimientos de izquierda, los estudiantes mexicanos se habían movilizado contra la represión de un Gobierno preocupado por ofrecer una imagen de «paz social» a diez días del inicio de los Juegos Olímpicos.
«Éramos conscientes de que nos enfrentábamos al riesgo de la persecución, del encarcelamiento e, incluso, de la violencia con consecuencias fatales. Pero no para una acción militar de esta envergadura», relata Álvarez Garín a France Presse.
Rodolfo Echeverría, de 72 años, eran entonces militante comunista. Se encontraba en la plaza, pero tuvo que abandonarla debido a una cita. «Lo vi en televisión. Mi esposa llegó y me contó que pudo huir con una de sus hermanas y esconderse en un apartamento cercano en el que ya había otros huidos», cuenta en Tlatelolco. Como Álvarez Garín fue detenido y enviado a un centro militar, donde padeció interrogatorios en los que, según denuncia, se empleó la tortura física y la sicológica.