Cuando Philip K. Dick hizo soñar a los androides con ovejas eléctricas, dejó como legado preguntas-puerta que conducían a un futuro imperfecto en el que diferentes autores han encontrado su hábitat creativo particular. Tal es el caso de la obra literaria –"Babylon babies"– de Maurice G.

Dantec, que ha inspirado esta difuminada adaptación cinematográfica dirigida por un Matheu Kassovich que, enfurecido por el trato que ha recibido su idea personal, no ha dudado en proclamar a los cuatro vientos su total desacuerdo con esta versión; en la cual todo poso metafísico queda relegado al olvido o, mucho peor, como mera excusa dramática para dar cierta consistencia a un producto de consumo rápido para público poco exigente.

La que hubiera podido ser entendida como una variante original de la sobresaliente «Hijos de los hombres» de Alfonso Cuarón, se ha quedado en un boceto guiñolesco; un mal tebeo cuya intención visual es la de cegar al espectador para que no pueda intuir las carencias, más que evidentes, que se ocultan tras los fuegos de artificio. En este correcalles Rusia-Nueva York impera la presencia muscular de un Vin Diesel encorsetado en el rol de mercenario curtido que aceptará un último y definitivo encargo consistente en proteger la vida de una joven y entregarla, sana y salva, a una poderosa y misteriosa organización religiosa.

En ésta su cruzada personal, el protagonista contará con la ayuda de una especie de monja protectora con notable inclinación a pegar patadas y saltos imposibles, encarnada por la habitual en este tipo de propuesta: Michelle Yeoh.

Avalada por una ambientación cuidada y atractiva que nos descubre un mundo futurista reconocible y heredado de la referencial «Blade runner», esta película incluye diversos y muy dispersos elementos decorativos que, lejos de añadir mayor encanto a la historia, terminan por lastrar un conjunto inconsistente. Tal es el caso de las intepretaciones que se han visto obligados a hacer Charlotte Rampling y Gérard Depardieu.