Ramón SOLA

El pasado martes el presidente de la Junta de Bardenas, José Antonio Gayarre, pasó por el Parlamento, en una sesión a puerta cerrada. Lo hizo a menos de tres meses para que caduque el convenio actual, es decir, en vísperas de que vuelva a haber una opción real del desmantelamiento del polígono de tiro que el Parlamento navarro ha reivindicado, al menos de boquilla, muchas veces, e incluso por unanimidad. Pero, increíblemente, en el orden del día no estaba este asunto, sino otro: la utilización, o no, de uranio empobrecido en las Bardenas. Un tema que a Gayarre no le ha preocupado lo más mínimo en los últimos años, pero que sacó a colación curiosamente en vísperas de la nueva negociación con el Ministerio de Defensa.

Los parlamentarios picaron el anzuelo -el uranio- y dejaron escapar la presa -el convenio-. Gayarre centró el tema en un terreno en el que sabe que no tiene réplica posible, porque el Ministerio de Defensa nunca permitirá a la oposición real al polígono que acceda a la zona para efectuar mediciones. Y como estaba cantado, Gayarre explicó que por los estudios que él encargó concluyen que no se ha usado uranio empobrecido. Pero lo más grave es que se fue de allí sin decir absolutamente nada del futuro del polígono. Los parlamentarios estaban mirando al dedo del uranio y no a la luna del convenio. Para más inri, apenas un día después, un medio local informaba de que ya se había producido un primer contacto entre la Junta y Defensa. Y Gayarre, perro viejo y entre otras cosas ex parlamentario navarro, se había ido de la Cámara tan campante.

En la misma entrevista en que reveló anteayer la negociación abierta, Gayarre recordó que hace apenas tres semanas esos mismos parlamentarios visitaron la instalación militar por vez primera. Dijo que allí los responsables de la Junta les aportaron múltiples datos sobre la compleja esencia jurídica de la entidad bardenera. Se jactó de que en esa visita quedó claro que los parlamentarios no sabían nada de nada, y, con su inconfundible estilo, Gayarre les pidió que antes de hablar sobre las Bardenas se vayan «a estudiar a Salamanca». Sonaba a desconsideración, pero vistos los hechos habrá que darle la razón.