Tiro en la cabeza
Iratxe FRESNEDA | Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual
A más de uno esta película le habrá parecido innovadora, avanzada. Puede ser. Puede que a los que hayan seguido las peripecias de la Nouvelle Vague, y a muchos otros tantos cineastas «con aires de libertad», les parezca simplemente una película más, prescindible. Y aunque sea verdad que la contaminación acústica no sólo equivale al ruido que se padece en nuestras sociedades, apenas nos escuchamos los unos a los otros, esto no es excusa para no escribir un guión en el que los diálogos sean oídos por el espectador. Claro que si para cada uno de los personajes de «Tiro en la cabeza» tuviéramos que escribir las palabras adecuadas, tardaríamos más de una semana en crear unos diálogos plausibles. Para esto hace falta tiempo y talento. Pero filmar una película en la que los diálogos no se oyen es, por supuesto, una opción, tan válida como cualquier otra.
La de Rosales ha sido la de dejar que imaginemos lo que dicen. Dejar que el que mira termine de construir la película, y haga de ella su propia película. Pero éste es un ejercicio que el espectador hace siempre, consciente o inconscientemente se trate de un proyecto comercial o «independiente» y barato. Llama la atención el hecho de que lo único que les oímos decir con nitidez a los personajes sea «txakurrak». Justamente en esa secuencia que resulta ser lo mas esperado de la cinta. Porque como espectadora, y por muy vouyeaur que una sea, el resto de la cinta, me parece, sencillamente, poco estimulante. Así que mientras visionaba la película pensaba en cómo solucionaría Rosales la secuencia en la que se producen los tiros, después de mostrarnos, como dice el director, una historia rodada desde un punto de vista similar al que se utiliza en los documentales de animales. ¿Sería algo también de estilo documental? ¿Desde la distancia? La espera dejó mucho que desear. La puesta en escena de la secuencia es algo mas que forzada y el diálogo «escuchado» («txakurrak»), es más bien, dejémoslo.
Me pregunto cómo se hubiese vendido este largometraje con otro título, sin dejar entrever intencionalidades morales en un dossier de prensa, sin presentarse a concurso en un festival... Es decir, sin anunciar lo que van a ver y por qué se lo han contado así. Mal asunto cuando hay que dar explicaciones de lo que se hace. Puede ser que hacer cine, del bueno, sea una cosa bastante más complicada de lo que parece. Puede que hablar a través de las cámaras de lo que pasa en Euskal Herria también.