La derecha navarra y pro-española cambia algo para que todo siga igual
El 17 de marzo de 2007 -sólo ha pasado año y medio- el líder de UPN, Miguel Sanz, puso su firma a una movilización sin precedentes en 30 años, cuyo objetivo era presionar al PSN con el lema «Navarra no es negociable». Sanz se puso a la cabeza de la pancarta con Mariano Rajoy y llenó Iruñea de banderas españolas. Quien haya observado desde lejos toda la actual crisis desatada por el presidente navarro frente su aliado del PP quizás pueda pensar que se ha producido alguna extraña mutación. Sin embargo, aquella manifestación conjunta y este desmarque presupuestario van en una misma línea y tienen un horizonte idéntico: mantener como rehén al PSN, entonces por la vía de la presión, ahora por la del acuerdo. Palo y zanahoria.
Resulta interesante repasar la trayectoria de Miguel Sanz, un dirigente político de largo recorrido -trece años como líder del partido, casi 20 años en el gobierno y cuatro legislaturas como su presidente-. En todo este itinerario, UPN sólo ha dado dos volantazos de consideración, y los dos han tenido ese mismo objetivo: atropellar al PSN. En 1996, este partido decidió formar un gobierno alternativo con CDN y EA, del que salió un pro- yecto de órgano común interinstitucional con la CAV. Pese a que prácticamente carecía de competencias más allá de su carácter simbólico, desde la derecha navarra liderada por un recién llegado Sanz no tardó en filtrarse el escándalo de las cuentas suizas tituladas por el presidente de aquel tripartito, Javier Otano. Tanto el gobierno como el órgano común cayeron en cuestión de horas. El PSN estaría cautivo de UPN, con direcciones auténticamente títeres, unos cuantos años más.
Doce años después, ahora en la última etapa de su carrera política, Sanz ha vuelto a ver amenazado el gobierno de la derecha, pero sobre todo el estatus diseñado al alimón por UCD, UPN y PSOE hace 26 años con un Amejoramiento basado en la exclusión de los abertzales y nunca sometido a votación por si acaso. Caducado al parecer el valor como elemento de chantaje de la corrupción de la «era Urralburu», su iniciativa consiste en hacerle el «abrazo del oso» al PSOE, al que se ofrecerán prebendas de todo tipo, aquí y allí, para que mantenga fiel a la entente histórica. Habrá que ver si, como ocurrió en los tiempos de Urralburu y Otano, este pacto no escrito incluye también un botín. Pero la ciudadanía navarra puede prepararse para lo peor.
Decidir aquí para que Nafarroa no decida
La situación creada por el desmarque de UPN respecto al PP contiene un buen número de paradojas a analizar. Una de ellas es que el partido de Sanz apueste por decidir en Nafarroa, pero precisamente para seguir evitando que algún día Nafarroa decida. «UPN no es sucursal de ningún partido estatal», ha declarado el Consejo Político. El cinturón de hierro UPN-PSN busca en realidad que toda Nafarroa siga siendo mera sucursal de España.
Paradójico resulta también que el PSN se congratule de una decisión que supone una trampa para sí mismo, que le come su espacio político, que le aboca a volver a ser rehén no sólo del PSOE sino también de UPN y que, en definitiva, le mantiene como la marioneta de la que necesita la derecha para mantener intacto el estatus. Y paradójico es, por último, que el intento de maquillaje al marco hecho desde Nafarroa Bai al intentar un nuevo gobierno con el PSN no sólo no haya prosperado, sino que haya deparado precisamente lo contrario: el reforzamiento de la coalición UPN-PSN.
Todo ello vuelve a confirmar que en Nafarroa no cabe esperar un retoque hecho desde el particularismo; el cambio será real, de fondo, o no será. Parece más evidente que nunca que la ciudadanía navarra sólo recuperará la capacidad de decidir en un marco compartido con el resto de Euskal Herria.
El tripartito fotografía su incapacidad
Pero sería injusto e irreal pensar que sólo la ciudadanía navarra padece este blindaje contra su derecho a tomar las decisiones sin injerencias ajenas. En la CAV -esa entidad que el máximo tribunal español ha recordado que se creó por la Constitución de 1978 y en la que según PP y PSOE hay un nivel competencial sin parangón en Europa- todo un lehendakari va a ser sentado en el banquillo por hacer política junto a otros siete representantes. En apenas unas semanas ha quedado claro que sus competencias no dan para convocar una consulta ni para sentarse en una mesa a tratar de resolver un conflicto político y armado. Que en estas circunstancias el PNV incida en pedir transferencias de cosas como I+D+I suena a broma de mal gusto.
Ibarretxe decidió esta vez ahorrarse la humillante escena de su apretón de manos al presidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco en la apertura del año judicial, y mandó allí al consejero. Joseba Azkarraga no pudo contenerse ante el alegato político de Fernando Ruiz Piñeiro y le respondió desde los pasillos, escenificando un enfrentamiento institucional en toda regla. Azkarraga dijo que los jueces no pueden coartar los derechos de los pueblos, pero los hechos dan la razón a Ruiz Piñeiro: pueden hacerlo, y lo hacen. Y está claro que este conflicto de fondo no se arregla con rifirrafes de cara a la galería, sino con acciones decididas. Pero el tripartito que anunció una consulta no hará el día 25 más que una fotografía desde un helicóptero.