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Maite Ubiria Periodista

Yate capitalista, remo socialista

Hace ya unos cuantos años, la producción televisiva británica «Arriba y Abajo» nos servía semanalmente el contraste entre dos mundos que discurren en paralelo, que se cruzan por momentos, pero que no soportan mirarse en un plano de igualdad y menos aún mestizarse. En el piso superior se agolpan los sufrimientos de la élite, en el inferior, los servidores, como si no tuvieran cuitas suficientes, se identifican con los males de los señores, sumando una carga externa a su ya pesada existencia.

En el piso de arriba tienen problemas. Es duro vivir en la cumbre cuando el precipicio se muestra un poco más cercano y amenaza, de forma más teórica que real, una vida de insultante lujo. Mientras, en el piso de abajo, siempre más concurrido, se expande la tiritera.

Y ahora, con las bolsas a brincos y los mercados especulativos de bajón nos tratan de pasar de nuevo por esta inmensa pantalla en la que nos miramos el capítulo de la feliz alienación. Los propietarios del piso superior necesitan enjugar sus pérdidas, mientras a los inquilinos del entresuelo se les presenta una misión histórica que llevar a cabo: servir de pañuelo a quienes juegan en Bolsa con la vida de millones de personas.

Sí, el desembolso megamillonario para estabilizar el imperio financiero es imprescindible. Es deber de pobres, medianos y ricos purgar por el pecado original de avaricia en el que se basa el sistema. A todos, a los pocos afortunados que viven placenteramente arriba y a los que se hacinan abajo les toca marchar unidos. Y el hilo de conexión entre la cima en la que hoy hace ligero frío y el abismo en el que se muere, ya de frío ya de calor, es esa invención denominada clase media.

Los que no alcanzan a imaginar cómo se vive en la cumbre pero conservan en la memoria el temor a la carencia son los protagonistas de este connecting people. Y a ellos se dirigen directamente los telepredicadores: no son de recibo las derivas bolcheviques y los vivas a Bakunin, o remamos juntos o se acabó la fiesta. Barco capitalista, remo socialista. A la multinacional de la cola le ofrezco el eslogan. No es muy original, pero a falta de debate de alternativas, lo que vende es la propaganda.

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