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Fede de los Ríos

La economía está herida, ¡que reviente!

Si arrimamos los dos hombros ¿dónde apoyaremos la cabeza? Nos quieren, pues, decapitados

Dicen los que dicen que entienden que la situación de los mercados es una situación «volátil», algo así como gaseosa. Y ello debido a la falta de liquidez. Así que pasamos, por falta de líquido, de lo sólido a lo gaseoso en un abrir y cerrar de ojos. Qué cosas tiene la química económica de mercado.

Dicen los hijos de la gran puta, -gobernantes, políticos, economistas, periodistas y sindicalistas varios, defensores del mundo libre-, que tenemos que arrimar el hombro. Los dos si fuese necesario porque, al fin y al cabo, todos somos co-responsables de la crisis ya que quien más o quien menos se ha beneficiado en época de vacas gordas. (Sí, sí... ya sé que las meretrices no son culpables de la situación, pero ¿qué quieren? uno es limitado y le sale de dentro ese calificativo peyorativo no científico. Que me perdonen las putas por ser tan injusto y los lectores por la digresión).

A lo que íbamos. Si arrimamos los dos hombros ¿dónde apoyaremos la cabeza? Nos quieren, pues, decapitados.

¿Dónde está Fukuyama, gran teórico de la globalización liberal que vaticinó encontrarnos en el final feliz de la Historia? No era de origen japonés, no; es que se reía a moco tendido de nosotros.

¿Dónde la mano invisible, -de la que hablaba Adam Smith, santón de la economía de mercado-, que equilibra la ley de la oferta y la demanda? La mano smithiana ha girado sobre sí misma, sus dedos se han cerrado sobre la palma al tiempo que uno de ellos, el corazón, -el que está entre el índice y el anular-, queda totalmente estirado apuntando a la población empobrecida y endeudada.

El progreso social decía el padre de la Economía Política lo mueve el egoísmo. Unos nacen, de suyo, ahorradoras hormiguitas; otros, manirrotas cigarras. Éstos, necesitando los fondos de aquellos, acuden a la banca que intermedia en los préstamos a los que añade un poquito de usura en beneficio propio y otro poquito más pequeño en beneficio de aquellos hormiguitas. Los banqueros, tan filántropos ellos, se entusiasmaron demasiado en su honrada labor de préstamo de lo que no tenían y el cuento tiene visos de terminar malamente. Pero el Estado acudirá en ayuda de sus amos, los que viven del trabajo ajeno, apretando el cinturón de los que viven del propio. El Capital se reestructurará y se acumulará en menos manos. Algunos quedarán por el camino como en el 29. El paro será garantía de bajos salarios y aumento de productividad. Y aquí paz social y después gloria del Capital acumulado.

Y mientras ¿que harán las izquierdas democráticas y los sindicatos responsables? Para seguir en el pesebre, con la mano derecha aplicarán paños mojados en la frente febril y envejecida del amo; con la izquierda repartirán, a paletadas, vaselina entre la población. Falta nos va a hacer.

Para saber de qué va todo esto y obrar en consecuencia quizás sea el momento de desenterrar «El Capital, crítica de la Economía Política» del viejo Marx, no vaya a ser que seamos enterrados, de forma acrítica, por la política económica del Capital.

Cuando el culo arde de nada sirve meter la cabeza en un cubo de agua.

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