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Raimundo Fitero

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Me desperté y los anuncios de créditos rápidos seguían en la pantalla. Los concursos de ganar dinero inmediato con una llamada telefónica no solamente se mantienen sino que han crecido de manera asombrosa, demostrando que en tiempos de crisis crecen las creencias redentoras en la suerte o en los gobiernos neoliberales. Las inyecciones de dinero fresco han animado a los de siempre y a las bajadas más abismales les suceden crecimientos alpinistas. Los dientes de sierra simbolizan la inestabilidad emocional de los dueños del cotarro. Se enfadan y nos colocan castigos globales en forma de mensajes terroríficos para que con el susto nos agazapemos en nuestro insidiosa cartilla de ahorros, pero cuando han conseguido parte de lo que buscaban, se sienten espléndidos y se gastan sus plusvalías en inversiones múltiples.

Los economistas de profesión no pasan de ser unos contables con aguja en la corbata de marca. Sus predicciones son tan fiables como las de la bruja Lola. El desprestigio es galopante. Cuando quieras saber qué clima bursátil hará mañana fíjate en la sonrisa de caimán de Botín. Ahora que hace cinco minutos que los especuladores han decidido dar un pequeño aplauso a sus títeres con coche oficial todos tienen una explicación que es la contraria de la que tenía ayer. Por lo tanto, las facultades de economía solamente deberían expedir titulaciones de comerciales de la comisión. El resto de sus apreciaciones son transcripciones apócrifas del calendario zaragozano. Los denominados analistas económicos no pasan de ser los operarios del escrutinio.

Por lo tanto, si consideramos que saben más los anunciantes por interesados, que los analistas por ser simplemente, infantería de mercado, la situación no debe ser tan cruda, porque siguen ofreciendo créditos personales de unos pocos miles de euros, en anuncios colocados en horarios estratégicos. Se supone que tienen datos de la respuesta de los futuros clientes. Por otro lado no entiendo la tristeza impostada de los locutores en cuanto bajan las bolsas, ni sus adjetivos apocalípticos, y tampoco asumo su alegría desbordante por los máximos históricos en las subidas. ¿Retrato de un asunto personal?

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