McCain se lo juega todo en el último debate electoral con Barack Obama
Los candidatos a la presidencia de EEUU, John McCain y Barack Obama, ultimaban ayer los preparativos para su último debate, que tendrá lugar hoy, en el que el demócrata busca consolidar su ventaja y el republicano se lo juega todo. McCain no lo va a tener fácil pues los temas sobre los que girará son la economía y la política interior, cuestiones en las que las encuestas dan la ventaja a Obama.GARA |
John McCain, que se encuentra a una media de siete puntos por detrás de su rival demócrata en las encuestas, lanzó ayer un nuevo programa económico con el objetivo de alcanzar a Obama en el área donde es más fuerte.
En un discurso en las afueras de Filadelfia, en Pensilvania, el candidato republicano presentó un plan por valor de 52.500 millones de dólares (37.500 de euros) que promete eliminar los impuestos a los subsidios por desempleo y recortar los impuestos a las plusvalías.
El plan anunciado ayer por el presidente de EEUU, George W. Bush, de emplear 250.000 millones de dólares (178.000 de euros) en la compra de acciones de los principales bancos del país para proporcionar una inyección de liquidez en el sistema financiero, en opinión del candidato debe de tener una vigencia reducida que se prolongue sólo hasta que esas instituciones hayan recuperado la salud económica.
«Cuando eso se logre, el Gobierno se deshará de sus intereses en esas empresas privadas, sacaremos al Gobierno de las tareas de rescate del sistema financiero y lo devolveremos a las tareas de una regulación responsable», declaró el candidato republicano.
Su rival demócrata ya presentó un plan económico el lunes, en el que propone no sólo suspender los impuestos a los subsidios por desempleo sino también ampliar esas prestaciones.
Obama también ha pedido una moratoria de noventa días para la ejecución de hipotecas en algunos bancos y exenciones fiscales para las empresas creadoras de empleo.
Las encuestas indican que la mayoría de los ciudadanos considera a Obama el candidato más cualificado para hacerse cargo de los problemas económicos del país, un aspecto que le ha dado la ventaja en la intención de voto, al menos por el momento.
El republicano, que el lunes aseguró que «ésa es la situación en la que queremos tenerles (a sus rivales)» y que prefiere luchar en desventaja, ha prometido aprovechar el debate -cuya audiencia se espera que supere los 60 millones de personas- para empezar a remontar.
O, según ha declarado él mismo, «patear donde ustedes ya saben» a su contrincante.
La tarea se le presenta, cuando menos, complicada. En los dos primeros debates, los votantes consideraron ganador a Obama. Además, en esta ocasión, los temas del debate no le favorecen, al menos a priori. Las preguntas se centrarán en torno a la economía y la política interior, asuntos en los que las encuestas dan la ventaja al candidato demócrata.
El debate, en la Universidad privada de Hofstra, en Hempstead (Nueva York), tiene previsto comenzar a las 01.00 GMT del jueves y se prolongará durante una hora y media, moderado por el periodista Bob Schieffer, de la cadena de televisión CBS.
Para ambos, las recompensas están claras. Si Obama vuelve a ser considerado el vencedor del debate, las posibilidades de que McCain dé un vuelco a las encuestas se reducen mucho, a falta de algún tipo de acontecimiento imprevisto, y el demó- crata tendría, quizás, expedito el camino a la Casa Blanca.
Si McCain consigue explicar y convencer sobre su plan económico, es posible que suponga el inicio de una remontada.
La participación podría ser histórica en las presidenciales del 4 de noviembre, favorecida por la popularidad de Obama entre ciudadanos que no han votado jamás.
En los últimos 30 años, la tasa de participación ha oscilado entre el 54 y el 61% de los votantes (millones de «sin papeles» no tienen derecho a voto) y la estrategia de ambos partidos ha sido motivar a sus bases y a la vez hacerse con suficientes votantes independientes para inclinar la balanza a su favor.
Esta vez, Obama, con un equipo de campaña muy pegado al terreno, está logrando movilizar a cientos de miles de electores que nunca se habían inscrito en las listas electorales. «Más que convencer a la oposición, el objetivo es batirla con números», resume el analista Doug Chapin, quien anuncia una participación del 80 o 90% de los inscritos en algunos estados. Esta participación excepcional «va a cambiar la composición del electorado», presagia este experto del Centro de Investigación Pew. Es el caso de Virginia, feudo republicano y en el que la campaña de Obama ha inscrito a 250.000 nuevos electores.
Chris Dreibelbis, del Reform Institut, advierte contra extrapolaciones facilonas. «Las elecciones de 2004 mostraron que una cosa es inscribirse y otra ir a votar».
126 de los 135 millones inscritos (de un censo de 201 millones) ejercieron entonces su derecho a voto. Esta vez se espera una participación de 130 millones de votantes, de un censo oficial de población de entorno a 300 millones de estadounidenses.
El nuevo voto podría favorecer al fenómeno Obama. Más cuando, con la elección de Palin, McCain mantiene en sus filas a la derecha cristiana y conservadora pero se ha enajenado el apoyo de buena parte del electorado independiente.