Los directivos no fuman a gusto el Montecristo en el palco, la grada se pone nerviosa, los jugadores se desquician (algunos) y el entrenador medita y sufre en su soledad. Observas a tu equipo en el campo, no se parece en nada a la aptitud demostrada en los entrenos. Como técnico piensas que tenías todo controlado, que el trabajo de la semana se vería reflejado en el campo y eso no está ocurriendo.

Si estos resultados son repetitivos, te preguntas: ¿En qué estoy fallando?, ¿está bien delegada la preparación física?, ¿técnica y tácticamente, corrijo y transmito, en definitiva, me entienden? Los malos resultados tienen siempre el mismo desenlace, entrenador sustituido. No salgo de mi asombro por cómo se puede destituir a un técnico cuando lleva seis partidos jugados. El Cuco, bueno o malo, al igual que Andoni -¡cuánto hay que trabajar en casa para que reconozcan tu esfuerzo!- son los mismos de hace dos meses.

Ahora llega Camacho, una persona conocedora del fútbol como jugador y entrenador, con un amplio palmarés, pero con unas ideas distintas, con su propio método. Los jugadores estarán más receptivos en las primeras sesiones, pero ¿de cuánto margen dispone el nuevo entrenador?, y ¿si pide refuerzos en diciembre, se le concederán?