Las historias de maltrato, de vejaciones, de violencia contra las mujeres se superponen las unas a las otras y, a estas alturas, apenas se diferencian de la anterior por algo más que lo truculento del relato, lo macabro del detalle o, directamente, por la gravedad de las consecuencias.

La última de esas historias llega desde Lizarra, tras varias negras semanas en las que hemos asistido a palizas y hospitalizaciones, a muertes y violaciones en casi todos los puntos cardinales de la geografía vasca. Una mujer, María Puy Pérez Ezpeleta, se encuentra en paradero desconocido desde al menos el sábado. En ese contexto, un hombre ha sido detenido por romper la orden de alejamiento que pesaba sobre él. La mujer desaparecida fue su compañera y es la persona de la que debía permanecer alejado. A la espera del resultado de las investigaciones en curso, todo indica que existe alguna relación entre un hecho y el otro.

A la hora de cerrar esta edición la búsqueda no había dado frutos y no había noticias sobre Pérez Ezpeleta. Aún es pronto para perder la esperanza de encontrarla sana y salva. Pero ya es tarde para cerrar los ojos ante la evidencia de que miles de mujeres viven bajo acoso, en peligro constante, paralizadas por el miedo. Junto a ellas, demasiados hombres siguen creyendo que tienen derechos que no son tal.