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Jakue Pascual Sociólogo

Hiru

Jugamos al trinquete. La pelota guiada por atractores extraños cae por el espacio fase del tejadillo dibujando formas que, de manera fractal, se asemejan a las de un helecho, una constelación, una red neuronal...

En el principio fue el Caos. El abismo sin orientación que separa la tierra del cielo. Huts... Vacío que ocupa un hueco. Tiamat, Babylon, princesa del desconcierto. Khaos, elemental femenino, en la Teogonía de Hesíodo. Masa cruda y sin bordes de Ovidio. Una matriz cuyo huevo porta la posibilidad del cosmos. Prima materia. Hermes Trimegisto alea arriba y abajo en la alquimia. Azathoth, demonio loco y ciego, habita el desorden.

Muerto el determinismo, atractores y fugas conforman de nuevo un Sistema de Caos. El error (Huts egin) y la anomalía se instalan cuando no se pueden marcar con exactitud las condiciones de partida para el desarrollo de un modelo. Exponente Lyapunov. La transitividad genera una multiplicidad de órbitas densas (en cuyo punto de bifurcación la transmisión de información se hace máxima) y pequeños cambios en origen provocan grandes mutaciones (René Thom). Meteorología política: Lorenz hace que una mariposa convoque huracanes. Ilya Prigogine que lo complejo, lo impredecible y lo no lineal de las estructuras disipativas, siempre necesitadas de energía, se convierta en fuente espontánea de orden. La Teoría del Caos aspira a medir sistemas lejanos al equilibrio que cuentan con partes interconectadas y cuyos nodos contienen información sobre las relaciones materiales de autoorganización y apalancamiento adaptativo.

Alberto Peñalba y yo mismo nos embarcamos en un estudio sobre el cromlech. Nos hicimos cazadores-recolectores paleolíticos bailando en el caos de Urbeltz con siete yautziak y Mari. Ocultamos trampas, subdividimos círculos en otros infinitos similares y superpusimos transparencias. Habíamos creado una célula simbólica capaz de establecer una cierta equivalencia estética con variadas representaciones formales. Allí, en el interior del círculo mágico, estaban el yin-yan, los gemelos primordiales, el triskel, el lauburu y la espiral. Necesitábamos hacer más complejo el modelo, darle volumen. Percibíamos la existencia de inquietantes huecos, formas que otorgaban una cierta porosidad al tejido simbólico que comenzábamos a visualizar. Encontramos espirales y lauburus diseminados por todo el orbe. Grabados en arpones esquimales, pintados en las cuevas aborígenes o simplificados en monasterios del Himalaya. Presentamos las aproximaciones estéticas en la Facultad de Bellas Artes (1997). Las herramientas de las que disponíamos eran precarias, un Performa 5200 y un Power Mac 6100, y los programas para fractalizar las representaciones -tan simples como los Freehand 2.0 y 5.0- no nos posibilitaban el acceso a la dimensión 3D. Así que cuando comenzamos a aplicar las fractales sobre los símbolos nos quedamos sorprendidos al ver cómo surgían formas ovilladas, rígidas, moleculares, vórtices y laberintos.

Jugamos al trinquete. La pelota guiada por atractores extraños cae por el espacio fase del tejadillo dibujando formas que, de manera fractal, se asemejan a las de un helecho, una constelación, una red neuronal, a las de las interacciones en las barriadas, a una representación del lauburu, a una línea de costa o a una colonia de hormigas. La Ciencia convierte en productivo al Caos cuando todo se desmorona.

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