Soy de los que me gustan todos los géneros cinematográficos por igual, porque solamente creo que existen buenas o malas películas. Sobre esa base se puede llegar a disfrutar lo mismo con una realización puramente experimental o con un producto comercial, así que no entiendo a los colegas que le hacen ascos a las comedias románticas y a los melodramas femeninos. Debe de ser que les condiciona mucho su sexo, o que simplemente les pierde una misoginia que ni se molestan en disimular. Otro tanto pasa con los espectadores que pagan su entrada, ya que en la sesión en que vi «The Women» era el único representante masculino en la sala y, que yo sepa, la presencia de los hombres únicamente estaba prohibida en la pantalla. La debutante Diane English, responsable de la serie televisiva «Murphy Brown», cumple el prefecto de la obra de teatro y la película de los años 30 a rajatabla. Ellos están ausentes en todo momento, aunque se permite la ironía final de que la criatura que espera una de las protagonistas sea un niño.

George Cukor se tomó en su película tan al pie de la letra la función de Clara Boothe Luce hace setenta años que, además de no incluir ningún actor en el reparto, hasta quiso que las mascotas que aparecían fueran hembras. Se ha solido decir que fue una excusa para reunir el mayor y más deslumbrante elenco de actrices de la historia de Hollywood, pero afirmar eso es tanto como no conocer el verdadero funcionamiento de la obra. Diane English es fiel al viejo «dogma» creado por la autora teatral. No es que ellos no aparezcan por ser unos impresentables, sino debido a que resultan prescindibles y accesorios a la hora de hacerse eco de unas situaciones que requieren unas dotes de observación y gusto por el detalle que la mayoría no poseen o se niegan a poner en práctica. Esa es una razón, pero también está el carácter autocrítico de «The Women», cuyas conversaciones tienen el tono privado de las intimidades compartidas entre mujeres en los lavabos.

La nueva versión de «The Women» está llena de encuentros femeninos memorables, y, si los de las cuatro amigas remiten demasiado «Sexo en Nueva York», aporta de cosecha propia diálogos intergeneracionales que no tienen desperdicio. Es posible gracias a un feliz casting en el que no hay ninguna actriz sobrante. No voy a negar que con las situaciones de comedia que más me he reído son con las de cotilleo, a cada cual más divertida, y que tocan con mucha sorna temas tan vigentes como el de las operaciones de cirugía estética. Es cierto que tienen más oportunidad de lucimiento las que se hacen con los papeles sofisticados y elegantes, pero las que deben mostrarse vulgares están en su sitio, siendo injustas las comparaciones que se han establecido entre la Joan Crawford del original y la Eva Mendes de ahora, sin tener en cuenta los cambios habidos en la relación entre sexualidad y aspecto externo. Si tuviera que poner por orden de preferencia las distintas actuaciones del once titular sería el siguiente: Annette Bening, Candice Bergen, Cloris Leachman, Debra Messing, Jada Pinkett Smith, India Ennega, Debi Mazar, Eva Mendes, Carrie Fisher, Bette Midler y Meg Ryan.